Las pruebas pisa nos dejan otra vez como uno de los
países de menor rendimiento en las áreas de conocimiento evaluadas según
parámetros internacionales, al ocupar el puesto 57 entre 71 países participantes.
Ya hemos tenido la oportunidad de explicar lo que
consideramos al menos como parte de las causas al analizar los resultados en
años anteriores[1].
Allí se trataba de argumentar que, contrariamente a las explicaciones
extraacadémicas proferidas por los poderes político, económico y mediático, los
resultados no son tan desastrosos ni las causas están donde dichas
explicaciones las sitúan.
Nuestro argumento era que, teniendo en cuenta las
condiciones socio-económicas dentro de las cuales desarrollan su actividad los
profesores y estudiantes de nuestro país, los resultados eran más positivos que
negativos. Solo mencionamos dos indicadores: el Índice de Desarrollo Humano y el
índice GINI o sea la distribución del ingreso. En estos dos ítems Colombia
ocupa el puesto 91 y 114 respectivamente. Por tanto, ocupar el puesto 61 en las
pruebas es un desempeño notable en vez de mediocre.
Ahora se trata de mirar los resultados con relación al tipo
de competencia y conocimiento que se evalúa: las pruebas evalúan el desempeño
en tres áreas: a) lectura y escritura; b) matemáticas y c) ciencias naturales.
Ante tales resultados, se escuchan varias respuestas, la
primera de las cuales es punitiva, consistente en la idea de que hay que
sancionar a los profesores a menos que los estudiantes mejoren su rendimiento.
Claro que hay responsabilidad en ellos, pero la hay sobre todo en las instituciones
y funcionarios que dirigen la política.
¿Respuestas pedagógicas?
Sin embargo, nos interesa más esbozar las respuestas ‘pedagógicas’, las cuales se reducen esquemáticamente a lo siguiente:
- la escuela y los maestros tienen que modernizar sus medios de enseñanza, lo cual se reduce al uso de las llamadas Tic;
- la escuela y los maestros tienen que modernizar sus métodos de enseñanza y adaptarse a lo que los jóvenes pueden entender mejor, o sea, los códigos icónicos y narrativos de los medios masivos; y finalmente,
- hay una tercera que aparece implícita y a veces explícita: los maestros tienen que superar su posición autoritaria materializada en la primacía de la enseñanza y asumir una posición democrática centrada en el aprendizaje autónomo del estudiante.
Vamos por partes. ¿Hay alguien entre los jóvenes y adultos
de todos los estratos que no sepa manejar un teléfono móvil y acceder a las
redes sociales? ¿Hay alguien que no tenga acceso a los medios de comunicación?
Si lo hay no es porque los maestros lo prohíban sino por razones
socioeconómicas, ya sea por el costo de los aparatos, por el costo de los
planes o porque en los lugares de residencia o de estudio o de trabajo no hay
electricidad o no hay cobertura de las redes de telecomunicaciones, pero no por
culpa de los maestros[2].
Ya sabemos que en Colombia hay más teléfonos celulares que habitantes, así que
si no se accede a la información no es por falta de cobertura. Tampoco es por
falta de pericia, pues no hay secreto en el uso de los dispositivos y cualquier
niño puede enseñar cómo hacerlo a quien no lo sepa.
No es entonces acceso y uso de las tecnologías lo que nos
hace falta para acceder a la información y sobre todo al conocimiento. Hace
falta saber algo que a casi nadie le importa: ¿de dónde vienen las tecnologías?
No es una casualidad que la mayoría de los países que producen las tecnologías
que nosotros compramos y usamos son los mismos que obtienen los primeros
lugares en las pruebas en mención (China, Singapur, Macao, Hong Kong, Estonia, Corea,
Taiwán, Finlandia, Polonia)[3].
Estos son los países que más invierten en el mundo en Ciencia y Tecnología y,
además, en educación. En realidad, Macao, Hong Kong y Taiwán son regiones de
China, y Singapur es una ciudad-Estado de colonos chinos. Eso explica que hoy
el único contrapoder que tiene Estados Unidos en materia económica y
tecnológica sea China (ver tabla).[4]
Y no es una coincidencia porque, por otro lado, las tecnologías vienen de la
aplicación combinada de los conocimientos en las mismas áreas en que se está
evaluando a los estudiantes, es decir, ciencias naturales, matemáticas y
cultura alfabética (lectura y escritura).
Predominio
educativo asiático
Ranking pruebas
PISA 2018
|
|||
Puesto
|
Lectura
|
Matemáticas
|
Ciencias
|
1.
|
China
|
China
|
China
|
2.
|
Singapur
|
Singapur
|
Singapur
|
3.
|
Macao
|
Macao
|
Macao
|
4.
|
Hong Kong
|
Hong Kong
|
Estonia
|
5.
|
Estonia
|
Taiwán
|
Japón
|
6.
|
Finlandia
|
Japón
|
Finlandia
|
7.
|
Canadá
|
Corea del Sur
|
Corea del Sur
|
8.
|
Irlanda
|
Estonia
|
Canadá
|
9.
|
Corea del Sur
|
Países Bajos
|
Hong Kong
|
10.
|
Polonia
|
Polonia
|
Taiwán
|
Ahora bien; ¿de dónde vienen las ciencias naturales,
especialmente la física y la química como conocimientos básicos aplicados a las
tecnologías? Pues precisamente de la aplicación combinada de las matemáticas,
la lingüística y de la lógica argumentativa que se origina en la filosofía, una
forma de pensar y de conocer en forma de categorías abstractas que vienen a nosotros
a través de la tradición escrita de Occidente desde los griegos hasta hoy.
Una respuesta compleja
Para responder entonces en el orden correcto a los argumentos socio-mediáticos que pretenden culpar a los profesores por los resultados deficientes en dichas pruebas se podría decir: 1) no hay problemas con el acceso ni con el uso ni con el manejo de las tecnologías; 2) no hay problemas con el acceso a, ni con el consumo de, productos mediáticos, pues toda la televisión cerrada y las redes están llenas de programas didácticos de enseñanza de las ciencias en forma ‘audiovisual’ (¿ver Youtube para mejorar el desempeño en las pruebas?).
En resumen, para que las tecnologías sean efectivas en la
potenciación del aprendizaje y de la capacidad analítica hay que conocer
primero algo de las ciencias, y para conocer algo de éstas hay que conocer algo
de matemáticas y de pensamiento argumentativo y categorial del que están hechas
las ciencias; y para ello, hay que ser competente tanto en la lectura de ese
pensamiento que viene codificado por escrito, como en la capacidad de ponerlo
por escrito.
O sea que la formación para el desempeño en esas pruebas no
va de la tecnología y los productos mediáticos (narrativos, icónicos,
figurativos) a las ciencias, y de estas a las matemáticas y a la lectura
comprensiva y analítica, sino al contrario: va de la alfabetización eficiente
(lectura y escritura de textos argumentativos) y las matemáticas a las ciencias,
y de estas a la tecnología, que es el camino que están siguiendo los que, ‘coincidencialmente’
ocupan al mismo tiempo los primeros lugares tanto en las pruebas como en la
producción de tecnología.
Si les cabe alguna “culpa” a los profesores es precisamente
por hacer lo que las presiones extra-pedagógicas, ya sea desde la academia o
desde la política o desde el mercado, les están pidiendo hacer.
Si empezamos por el principio, nadie necesita ir a la
escuela para aprender a manejar un computador o un teléfono ‘inteligente’ y
nadie intenta enseñar en la escuela a ningún niño o niña a manejar sus aparatos
tecnológicos; eso lo aprenden ellos autónomamente. Por otro lado, nadie
necesita ir a la escuela para que le enseñen a ver productos mediáticos
audiovisuales; además, es mucho el tiempo que los educandos pasan fuera de la
escuela[5]
como para no poder acceder, si lo quieren, a toda la oferta de ‘comunicación
educativa’ existente en los medios[6].
Aun así, algunos profesores e instituciones insisten en remplazar las clases y el
papel de maestros por productos mediáticos. O sea, los dos primeros ‘deberes’,
y parte del tercero, impuestos por los poderes socio-mediáticos se cumplen con
creces.
¿Qué pasa con lo que falta del tercero? La trampa está en la
disyuntiva enseñanza/aprendizaje y en la falacia del aprendizaje autónomo, que
suena a la vez democrático. En rigor, todo aprendizaje es autónomo, nadie puede
aprender por otro y nadie ‘aprende en cabeza ajena’, se decía... La diferencia
está en si lo que se aprende necesita ser enseñado o no, si necesita ser
estudiado o no.
A los profesores se les está pidiendo enseñar lo que no
tiene que ser enseñado, o sea el manejo de la tecnología y la ‘lectura’ o
interpretación de la cultura mediática. Incluso no se necesita ya enseñar ni
siquiera la producción, pues los comunicólogos hablan hoy con cierta razón de Prosumidores o sea de sujetos que no sólo
entienden y son competentes para interactuar en la cultura mediática sino
incluso para producir mensajes mediáticos, pues conocen el uso de la tecnología
y la usan para imitar la forma de narrar de los medios.
En cambio, a los profesores se les está pidiendo que no
enseñen lo que sí tienen que enseñar, lo que no se aprende en la práctica
cotidiana o en la interacción espontánea con pares o familiares o en los
productos mediáticos. Eso que sí se tiene que enseñar es la lectura y la
escritura de la tradición alfabética, el pensamiento abstracto, la lógica abstracta
de las matemáticas, para llegar, a través de ese ‘lenguaje’, a los rudimentos
de la ciencia que se aprende en la escuela y que es justamente lo que están
evaluando en las pruebas PISA.
Pero como esto se tiene que enseñar y además se tiene que estudiar
alfabéticamente, y eso toma tiempo y esfuerzo y exige evaluación, repetición y
corrección, entonces es el blanco perfecto para cualquier discurso
antiacadémico, incluso de algunas pedagogías ‘críticas’, que en esto coinciden
con los poderes que pretenden combatir: el estado, el capital y los medios del
establecimiento. La diferencia en la cantidad y la calidad de la enseñanza y en
el tipo de conocimientos que se enseñan hace la diferencia en el rendimiento
escolar, especialmente en las áreas en cuestión.
¿Tiene eso algo que ver con el mantenimiento de las
desigualdades? Es el refuerzo perfecto. Y a los profesores de los profesores, ¿qué nos
corresponde? Si es cierto lo que dice De Zubiría en charla con los periodistas,
que en las pruebas Saber-pro las facultades de educación del país ocupan en el
último lugar en lectura crítica, es decir, que “la sociedad colombiana escoge a
los que peor leen a que les enseñen a todos los demás” (Pulzo, 2019/12/04),
entonces la situación no es halagadora[7]. ¿Estaremos
dejando de enseñar lo que hay que enseñar y, en cambio, estaremos ensañando lo
que no se necesita?
[2]
Esto es lo que, según la Ministra de las TIC, van a resolver los operadores
privados en recompensa por la ley que les concede el uso del espectro por 20
años casi en forma gratuita.
[5]
“Los estudiantes de los colegios privados asisten a la institución
escolar 180 días al año, ocho horas diarias, de 7 am a 3 pm, para un total de
1.440 horas al año; mientras que la mayoría de los estudiantes de los colegios
oficiales acuden cerca de 172 días al año, durante seis horas diarias, para un
total de 1.032 horas escolares al año”. Ángel
Pérez Martínez en: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/la-media-jornada-escolar-no-ayuda-a-la-calidad-de-la-educacion-de-los-pobres-por-angel-perez-martinez/269379
2019/12/15.
[6]
Ese es otro de nuestros problemas: la jornada escolar es corta frente
a la de los países asiáticos mencionados cuya jornada es de “55 horas semanales
de estudio sumando aula y casa, muy por delante de las 44 de media de la OCDE”. https://elpais.com/sociedad/2019/12/03/actualidad/1575374189_233671.html
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