miércoles, 27 de septiembre de 2023

Inteligencia artificial, educación y conocimiento

El fenómeno que tanto en los medios como en la academia se ha venido nombrando de forma difusa como la “inteligencia artificial” plantea retos para pensar al mismo tiempo el conocimiento, la educación y el trabajo intelectual. 

Sin pretender responder las preguntas sino más bien intentando ubicarlas en un marco de discusión propiamente académico, sugerimos que el fenómeno en cuestión se puede abordar desde dos puntos de vista, más complementarios que divergentes: por un lado, desde la pedagogía y, por otro, desde la economía política. En esta primera parte hablaremos desde una versión de la pedagogía. 

Al menos desde la época de Descartes existe la polémica sobre la diferencia entre el comportamiento de los animales, las máquinas y los humanos. La diferencia con los animales no está solo en el lenguaje sino en el uso creativo del lenguaje común, “el cual consiste en ser ilimitado en su alcance y no precisar de estímulos”[1] (Chomsky, 1978, p. 20), mientras que “El lenguaje animal permanece completamente dentro de los límites de la explicación mecánica”[2], es decir, necesitan el estímulo físico. 

Los “modelos pedagógicos” se pueden entender como dos formas de enseñanza y aprendizaje: algorítmica y heurística[3]. La diferencia entre lo uno y lo otro se puede reducir esquemáticamente a lo siguiente: los modelos algorítmicos están basados en información y en instrucciones y tienen que generar respuestas; los modelos heurísticos están basados en preguntas, en lo posible y, por tanto, generan hipótesis o imaginaciones. 

La relación entre la inteligencia algorítmica y la heurística puede asimilarse a la relación de la inteligencia con el instinto y el hábito propuesta por Piaget[4]. Según el autor, el primero se entiende como adaptaciones a situaciones que se repiten; el hábito, en cambio, como respuesta automatizada, mientras que la inteligencia sería la adaptación a una situación nueva. 

Pero si restringimos la discusión a esta última, “sólo pueden distinguirse dos formas de inteligencia: una práctica (o ‘empírica’) y otra reflexiva (o ‘sistemática). En la primera, el problema se presenta como una simple necesidad […] Es en la segunda donde la necesidad se refleja como problema, donde el tanteo se interioriza en búsquedas de hipótesis…”[5]. Este aspecto, la problematización, es la línea divisoria entre las dos inteligencias. Veamos: 

Por algoritmo se entiende “la serie de actos o de operaciones elementales que hay que ejecutar en secuencia para cumplir un acto cualquiera, siguiendo un encadenamiento estricto […] Una serie algorítmica constituye un programa […] El algoritmo no es una simple suma de operaciones. Las presenta en series ordenadas…”[6]. Es aquí entonces en donde se asimila a una inteligencia no humana. Pero hay otro aspecto en el que el algoritmo es más cibernético (como imitación de movimiento) que lógico: 

Sin embargo no cualquiera formalización aplicada a una estructura de comportamiento conduce a un algoritmo. Este se define por cuatro propiedades:

la precisión (“todas las operaciones sucesivas por efectuarse se definen allí; fija la meta por alcanzar, la información necesaria, el sistema de reglas por aplicarse en esta información y el orden en el cual se aplicarán estas reglas”);

la univocidad (la significación única. “Es específico y permite resolver cierta clase de problemas”);

la medida (“Es un conjunto finito de operaciones: por grande que sea, el número de ‘pasos’ es ilimitado (sic)”), y

la claridad (“Aun sin un conocimiento especial del problema, toda persona que aplique el algoritmo debe llegar a su solución”)[7]. 

Con base en estos parámetros se erigió lo que conocimos como Tecnología Educativa, en cuyo centro no estaban, como se entiende hoy, principalmente los aparatos sino esta forma de operacionalización taylorista de la educación escolar. La precisión, la univocidad, la medida y la claridad se pueden entender nítidamente como aquello que en comunicación llamamos ausencia de ‘ruido semántico’[8], o sea el isomorfismo entre emisión y recepción[9] y, por tanto, una comunicación a prueba de sujetos. 

Esto podría conducir también a pensar que el algoritmo se puede asimilar a un esquema. Recordando que el esquema es una estructura biológica y psicológica, pero esencialmente inconsciente, Not aclara que el algoritmo se diferencia del esquema en que: 

El esquema se aplica también a una clase de conductas pero es una estructura puramente mental y esencialmente inconsciente, mientras que el algoritmo no existe sino cuando alguien lo ha construido y no es algoritmo sino con la condición de que se materialice en algún dispositivo o aparato[10]. 

El algoritmo es, pues, una creación hiperconsciente. En consecuencia, se pueden anotar dos limitantes para esta pretensión de “inteligencia artificial”: la inteligencia algorítmica siempre dependerá de la información, es decir, de los datos, de las conexiones físicas; además, el chat no es capaz de explicar “lo que no es”, “lo que no podría ser”[11]. 

Ahora bien, la inteligencia propiamente humana se puede reducir, con base en algunas lecturas de Piaget, al hecho de que “la vida mental se disocia de la vida orgánica”[12]. O, como lo anotamos al principio, al hecho de que no depende de estímulos. “En esta multiplicación indefinida de las distancias espacio-temporales entre el sujeto y los objetos consisten la novedad principal de la inteligencia conceptual…”[13]. Con esto da un poco de concreción a la definición de la inteligencia como el “grado de complejidad de los intercambios a distancia”[14]. 

Es claro que, más allá de la distancia, está también la absoluta falta de conexión física y, sobre todo, de Conciencia. En uno de los boletines recientes del OPM (El profesor universitario: una entidad retada por la Inteligencia Artificial https://observatoriopedagogicodemedios.blogspot.com/search/label/Profesor%3A%20retado%20por%20la%20IA) hemos resuelto esto con una síntesis de las operaciones arbitrarias: “predicar la conciencia o autoconciencia de la IA, es un claro ejemplo de una fetichización de objetos, fenómeno muy común a lo largo de la historia por parte de los seres humanos. Ser consciente como atributo reflexivo, como responsabilidad ética y como sensibilidad material (corporal) es una condición específica del ser vivo humano”[15]. 

Ninguno de estos atributos es propio de la IA. La inteligencia artificial algorítmica estaría basada siempre en la información, por tanto en relaciones físicas, de la misma manera que la inteligencia animal está asociada al estímulo. 

Por tanto, sólo queda por decir que la inteligencia heurística sería la inteligencia propiamente humana y ésta depende de la significación. Pero la significación sigue siendo el agujero negro de la lingüística, pues no está claro aún de dónde viene o cómo se produce[16]; luego, esto nos lleva a una pregunta sobre lo apropiado de llamar a este fenómeno ‘inteligencia’: si no sabemos cómo se produce la significación, mucho menos sabremos como programarla. En otras palabras, si no sabemos cómo se convierte el Esquema, mental e inconsciente, en símbolo (significante y significado) mucho menos sabremos cómo hacer “que se materialice en algún dispositivo o aparato”. 

Desde el punto de vista de la pedagogía, la inteligencia artificial, si se puede llamar así, se podría entender como una hipertrofia del modelo de enseñanza y de conocimiento algorítmico (de hecho, la IA está compuesta de algoritmos) en detrimento, por supuesto, de la enseñanza y el conocimiento heurísticos.

 



[1] Chomsky, N. (1978). Lingüística cartesiana. Madrid, Gredos, p. 20

[2] Chomsky, N. (1978). Citado, p. 34.

[3] Narváez, A. (2010). Modelos pedagógicos y modelos comunicativos. En Pedagogía y Saberes, Núm. 32, Bogotá, UPN, enero-junio, pp. 7-22.

[4] Piaget, Jean (1999). La psicología de la inteligencia. Barcelona, Crítica, p. 107.

[5] Ídem.

[6] Not, Louis (1998). Las pedagogías del conocimiento. México, Fondo de Cultura Económica, p. 94.

[7] Not, citado, p. 96.

[8] Mattelart, Armand y Mattelart, Michèle (1997). Historia de las teorías de la comunicación. Barcelona: Paidós.

[9] Shannon, C. (1948). A Mathematical Theory of Communication, Bell System Technical Journal, XXVII, n. 3, pp. 379 - 423; n, 4, pp. 623-656.

[10] Not, Louis (1998). Citado, p. 95.

[11] Chomsky, citado, en la entrega del OPM llamada “El profesor universitario: una entidad retada por la Inteligencia Artificial (IA)”

https://observatoriopedagogicodemedios.blogspot.com/search/label/Profesor%3A%20retado%20por%20la%20IA

[12] Piaget, Jean, citado, p. 113.

[13] Piaget, Jean, citado, p.135.

[14] Piaget, Jean, citado, p. 20.

[15] OPM, citado.

[16] Sercovich, A. (1977). El discurso, el psiquismo y el registro imaginario. Iconicidad, teoría semiótica y psicoanálisis. Nueva Visión, p. 54.

martes, 5 de septiembre de 2023

El profesor universitario: una entidad retada por la Inteligencia Artificial (IA)

 

Nuestro conocimiento es necesariamente finito, mientras que nuestra ignorancia es necesariamente infinita

Karl Popper


Nosotros los grandes conocedores somos los más desconocidos para sí mismos

Friederich Nietzsche

 

Informar es dar forma

Marshall McLuhan

 

El dato lo produce una abstracción, no toda información es un dato

Aliex Trujillo

 

1. El profesor universitario: subjetividad en proceso continuo de interpelación 

El filósofo Louis Althusser es recordado por su concepto de interpelación definido como un prestar atención o un “darse la vuelta” en atención a una voz que se escucha. La voz puede decir, “¡oiga!”, “¡ehh!”, el transeúnte en un gesto automático gira su cuerpo, gira su cabeza, para responderle a la voz como “llamado”, para atender al “solicitante”, que en el ejemplo del filósofo francés se trata de un policía. Althusser con esta viñeta literaria identifica al sujeto (sujetado) como aquél que responde al llamado y expresa con su giro, con su responder “al requerimiento”, la ligazón a la norma, al poder, a la autoridad.

En muchos momentos y desde distintos ámbitos (el político, el económico, el cultural, la ciencia, la salud, la guerra, etc.) los profesores nos hemos dado la vuelta y atendido el llamado que irrumpe sin previo anuncio y nos interpela como sujetos de respuesta. Muy pocas veces respondemos o hemos respondido como sujetos de preguntas, esta última afirmación la desarrollamos adelante. Por ahora resaltamos que en pos de lo que somos y nos interesa, los profesores ligamos al llamado, independientemente del resorte (interno/externo) que nos constituye en responsables; los profesores al girar la cabeza por el llamado quedamos sobreentendidos como los que dispensamos respuestas. Hoy día el llamado, la voz que ha alcanzado grados más elevados de decibeles, es el de la disrupción tecnológica en su componente de inteligencia artificial. El mundo académico, los docentes hemos girado hacía la voz tecnológica que a la manera de un poder ineludible ha pronunciado el “¡oiga!”.

Henos en el aquí y el ahora, asumiéndonos como sujetos, es decir, pensando, reflexionando, describiendo, interpretando, replanteando, repasando toda o buena parte de la problemática sobre la tecnología y la inteligencia artificial en el proceso educativo, en el proceso formativo, en el proceso de la enseñanza-aprendizaje.

Esta acción, esta atención que se expresa en la tematización, información, reflexión y cuestionamiento de la irrupción del CHAT-GPT que los profesores en muchas latitudes están asumiendo, expresa los deberes sociales y/o profesionales y también la ocupación muchas veces placentera y principal que tenemos (los profesores) con la educación, el saber, y la formación.

El profesor universitario ha devenido sujeto interpelado, lo cual es una buena y saludable señal, así, en principio, parezcan sofocantes y dispendiosas las demandas de múltiples interpeladores: el saber, la sociedad, la juventud, las instituciones, la misma escuela, la universidad, la ciencia, la tecnología, etc., saludable porque indica que el pensamiento, el análisis, la interpretación, la pedagogía y la deliberación tienen aún un lugar bajo el cielo.

Este mundo nuestro, intensamente multifuncional requiere de comprensión, nuestros órdenes de operación requieren ser acompañados de órdenes de representación, Arendt H. (1958) El profesor es un sujeto interpelado para que en despliegue de su capacidad hermenéutica propicie horizontes comprensivos, horizontes abiertos no sólo al cómo hacemos las cosas sino abiertos a las respuestas a la pregunta: ¿para qué hacemos las cosas? Desde luego la capacidad hermenéutica es menos de emisión de respuestas y más de formulación de preguntas claves, preguntas esenciales decía Martin Heidegger.

El papel del profesor universitario ya no es el de dispensador de respuestas sino el de diseñador de preguntas claves, preguntas que fungen como obertura de sentido, como aglutinadoras de esfuerzos reflexivos cooperativos, como provocativas de acción comunicativa deliberativa, como interrogantes incisivos en camino de la acción reorientadora, imaginativa, creativa.

Este lugar de enunciación nos indica vías de abordaje de las preguntas esenciales, la hermenéutica reconoce que el actual mundo de la vida está inundado de millones de informaciones y respuestas disponibles, que en lugar de configurar sentido congestionan, bloquean, neutralizan nuestras destrezas emocionales, comprensivas y cognitivas. Este ámbito de vida de la “era de la información” es el lugar, de todos modos, en el que hacemos pie para tomar la palabra y formular las preguntas que el momento demanda. Por ejemplo, ¿son sinónimos los términos: información, datos, opiniones, conocimientos?, y ¿qué consecuencias se generaban según si la respuesta fuese afirmativa o negativa?

Estos y otros interrogantes emergen en su vital importancia en medio de un mundo pleno de disposiciones técnicas, proliferente de informaciones, en proceso descomunal de datificación, un mundo conformado cada vez más desde un medio técnico, un tecnomundo, Echeverría, Javier (2023). A este respecto quizá sea irónico o simplemente la constatación de una mutación sin igual, decir que, durante siglos, durante milenios, los hombres buscaban respuestas por doquier, anhelaban las informaciones como el sediento en el desierto, en cambio hoy, disponemos de respuestas o pseudo-respuestas hasta la indigestión, hoy nos apabulla la información disponible y, no son las carencias, sino las superabundancias, los síntomas de nuestras patologías, infomanías de infómatas al decir de Byung Chul Han (2021).

Desde este panorama, nos enfocamos en la asunción de enunciados tales como que educar es hacer o propiciar la formulación de las preguntas claves, coadyuvando a la transición (lenta, por cierto) de un paradigma doctrinario a una praxis pedagógica de la pregunta y de la aventura del conocimiento, es decir, el tan anhelado y escurridizo paradigma crítico.

2. La interpelación de la IA 

Puede parecer que los profesores hemos girado la cabeza para responder por dos interpelaciones específicas que se han expuesto en los medios de comunicación. La primera, el chat-gpt va a ser usado para hacer plagio en las labores escolares y la segunda el chat amenaza con dejar a los docentes desempleados en un futuro próximo. Estas dos modalidades de la interpelación descrita nos mueven a detenernos en la estructura profunda del llamado de atención, del acto de interpelar. La interpelación está compuesta por 1) un lazo, 2) un sometimiento y 3) por una declaración.

1) El lazo, es un vínculo social, al girar la cabeza activamos nuestra socialidad, explicitamos el tejido de interacciones que nos constituyen, la comunicación que nos liga al otro, a los otros.

2) Además, esta conexión no es una simple vibración físico-mecánica, el darse vuelta no es un automatismo espasmódico, el darse vuelta es de hecho un obedecer inmediato, que viene de un ámbito intrínseco, interiorizado. Somos sujetos que se dan la vuelta y somos sujetados porque nos damos la vuelta, prestos a responder el llamado de la norma, de la autoridad, del ordenamiento simbólico del que formamos parte. La comunicación nos enlaza, pero no de cualquier forma, nos enlaza a una cultura, a un lenguaje, a unas formas, a unos contenidos, a unas instituciones. La comunicación nos une y nos somete a un poder que define nuestro rol, nuestro lugar social y, por ende, es el ámbito que demuestra el que estamos conminados, sujetados y por tanto obligados a darnos vuelta y responder.

3) A los dos anteriores atributos se suma el hecho de que la respuesta a la interpelación es una declaración, casi que una confesión; darnos la vuelta implica el reconocimiento de la obligación que tenemos en responder: a) por lo que hacemos, b) por lo que no hacemos y también c) por lo que eventualmente podríamos o deberíamos hacer.

Hemos escrito arriba que puede parecer que nuestra atención a la IA está relacionada con la evaluación o con la amenaza de desempleo. Es más exacto decir que esas han sido las consideraciones más de la instancia mediática que clamorosamente ha cubierto la noticia del chatgpt, enfatizando con sensacionalismo en estos dos asuntos. Los profesores en muchas partes del mundo, es justo decirlo, han asumido la interpelación, tomando distancia frente a la perentoriedad mediática y su agenda (plagio y desempleo), valorando dimensiones más cruciales en la relación de mundos compenetrados, el de la educación, la ciencia y la tecnología: 

¿Cómo luchar contra una aplicación en apariencia indetectable que es capaz de generar, en menos de un minuto, una redacción de 600 palabras sobre la energía nuclear, las crisis migratorias del siglo XX o la desigualdad de género, y hacerlo además con un lenguaje completamente natural? La irrupción de la inteligencia artificial generativa en el ámbito educativo está dando sus primeros pasos y ya ha supuesto un auténtico vuelco en todo el mundo. Cuando, a finales de 2022, OpenAI lanzó el popular ChatGPT, un sistema de inteligencia artificial capaz de generar textos originales, contestar preguntas y resolver multitud de tareas, les bastó cinco días para superar el millón de usuarios, y los 100 millones en apenas dos meses. Ante el peligro de una herramienta que facilita el plagio y las trampas, las alarmas en escuelas y universidades no tardaron en sonar, hasta el punto de que ya son muchos los casos (el Estado de Nueva York y las escuelas de Seattle, en EE UU, y las universidades australianas son solo unos pocos ejemplos) en los que se optó rápidamente por prohibir su uso. Emiliano Vittoriosi, marzo 30, El País. 

En este contexto es dable y hasta necesario enlistar de nuevo juicios y prejuicios sobre la IA, las preguntas sobre qué significa inteligencia en la proposición inteligencia artificial, la pregunta sobre si pueden llegar a ser autoconscientes las máquinas inteligentes y por qué han vuelto a la palestra con tanto denuedo estos interrogantes dada la novedad del chatgpt.

Puestos a tono con una interpelación que va más allá a los miedos por el plagio y el desempleo docente, y que nos llama a plantear el saber, la educación y el papel profesoral, nos dedicamos a encaminar el debate a la universidad en general, y a la Universidad Pedagógica Nacional en particular. Se subraya una y otra vez, que el “humanismo pedagógico” no es incompatible ni extraño a la asunción teórica, práctica, pedagógica de la tecnología y de la IA.

Ahora bien, constatando que en grado sumo la atmósfera de informaciones, infoesfera (Byung Chul Han, 2021), es retadora en múltiples sentidos no podemos ignorar el fenómeno de la proliferación instrumental, de la expansión de un hábitat tecnológico en la tercera década del siglo XXI.

Desde esta perspectiva no sólo se admite hacer la pregunta esencial por la esencia de la técnica a la manera de Heidegger (1953) sino que se fustiga a la educación acuciada por las innumerables respuestas técnico-artificiales y los datos construidos a pequeña y gran escala. La pregunta es ¿qué le queda a la educación después que la disponibilidad técnica genera toda la información posible?, ¿qué hacemos en la educación que vaya más allá de la disponibilidad informativa que nos dispensa la inteligencia artificial? Esta clase de pregunta es la que hemos caracterizado como pregunta esencial o perteneciente al tipo de preguntas claves y, desde luego, demanda respuestas que van más allá de esas miles que acumulamos en esta era de la disponibilidad adictiva y bloqueadora.




3. Juicios y prejuicios sobre la IA en el contexto universitario 

     En primer lugar y, en términos generales, lo técnico y la tecnología han sido objeto de más prejuicios que juicios en el mundo universitario. No ocurre nada distinto con la inteligencia artificial (IA).

Dejando por ahora los juicios, es dable decir que los prejuicios son ambivalentes, algunas veces son una fase en el camino de la reflexión y progresiva consolidación de un abordar científico, filosófico y pedagógico de las cuestiones y, otras tantas veces, se constituyen en bloqueos y distorsiones dañinas para el entendimiento de la realidad.

En este orden de ideas, no cabe duda que persisten en la cultura académica universitaria cierta sospecha, desconfianza y hostilidad hacia las palabras técnico, técnica, tecnología. Esta, llámemosla, hermenéutica de la sospecha, se ha justificado muchas veces por cuanto era imputable a políticas educativas tecnocráticas y que daban prioridad a dimensiones economicistas que no consultaban con el carácter y la naturaleza de lo educativo-pedagógico. Pero allende estas razones de peso, también hay que señalar que estas percepciones negativas y apuradas sobre la tecnología se han heredado y pertenecen a la matriz cultural y narrativa que separaba (separa) las ciencias humanas (el humanismo) de las ciencias instrumentales o de los mundos técnicos propiamente dichos (inclúyanse acá las ciencias naturales y las ciencias de carácter ingenieril).

Desde esta segunda fuente de los prejuicios, es dable reiterar que la escuela, la universidad, la educación en general, no han superado los dilemas o la razón dilemática de este paradigma simplificador y disyuntivo (Morin, E., 1990); es por ello que siguen no sólo concibiéndose las realidades bajo este prisma sino que esta forma de ver produce efectos y promueve un sentido de la educación, los educadores y los educandos. Algunos de los binomios de está razón dilemática son: formación vs. instrucción, entendimiento vs. razón, ciencia vs. pedagogía, explicación causal vs. comprensión, nomotético vs. idiográfico, cuantitativo vs. cualitativo, lo técnico vs. ideológico, emocional vs. racional, lo oral vs. lo escrito, lo humano vs. lo mecánico, etc.

Esta razón dilemática no sólo opone cada término del binomio sino que además establece una jerarquía. En horizonte histórico teníamos, por ejemplo, la época renacentista con la primacía del humanismo, lo cualitativo, lo racional por encima de lo técnico, lo cuantitativo y lo racional por encima de lo instrumental. Hoy día la jerarquía puede invertirse y se valora lo técnico instrumental sobre lo comprensivo racional.

La rutinización de lo técnico en nuestra cotidianidad funcional y la importancia en eficacia de lo técnico en los mundos de la economía, la administración, las instituciones políticas y educativas han generado una serie de percepciones sobre el valor positivo o negativo para la historia humana de las revoluciones tecnológicas. Gracias a Umberto Eco (1964) las valoraciones se han agrupado por un lado en apocalípticos y por otro en integrados.

Los pronunciamientos más clamorosos son los de tecnófilos y los tecnófobos, los que señalan la inminencia del fin de lo humano y los que consideran que el salto de calidad nos ubicará en la emancipación frente a lo rutinario gracias al avance tecnológico, permitiendo de esta forma que nos podamos dedicar los seres humanos a lo creativo-realizativo. Ubicado dentro de los “optimistas tecnológicos”, Bill Gates ha dicho que la IA, en concreto el chatgpt, hará desaparecer a los profesores porque según el empresario la IA : “alcanzará la capacidad para ser un profesor tan bueno como cualquier humano”.

Cuando decimos que “las alarmas están prendidas” nos remitimos a la sensación de que ha llegado o se aproxima el peligro. Múltiples voces se han escuchado y visibilizado desde el cubrimiento mediático en este sentido, sus pronunciamientos van desde el fin de la vida, pasando por el fin de la humanidad hasta la invasión robótica y la inminente superfluidad del ser humano y su obrar. Una vez cabe recordar que este binomio accede a la razón dilemática que ha sido evaluada como simplificadora y en últimas, poco relevante en orden al diagnóstico y la prospectiva de lo humano.

En nuestros términos, estos maniqueísmos son distorsionantes y, en buena medida, son bloqueadores no sólo de análisis integrales sino de praxis enriquecedoras de la actividad humana en todas las dimensiones. Más grave aún satanizar la IA, rechazarla es indicativo de que no participamos en la realidad que ella produce y dejamos en manos de otros países, otras instituciones su uso y la política de su uso. Cuando uno la rechaza (la disrupción tecnológica) quiere decir, por lo general, que no participa activamente. Es por todo esto que consignamos en el seminario que el subtexto del libro de Eco nos daba pistas para realizar una comprensión allende el dilema e invitarnos a transitar por un horizonte crítico en el que reintegremos la técnica y la tecnología a la constitución de la condición humana y, por consiguiente, entendamos lo técnico como una conditio sine qua non del proceso de hominización, del proceso antropogenético y de los procesos ecogenéticos que se despejan desde esta asunción crítica. Desde luego, ello conlleva un giro en los proceso de formación que ubique la tecnología en el marco de una humanidad aumentada (Sadin, 2018), giro que podemos denominar hacia una pedagogía aumentada inclusiva de lo tecnológico. Dice Sadin: 

Esta magaestructura con curvas de expansión y de impregnación exponenciales, sin origen unificado y con procesos de formación históricamente orgánicos, es indisociable, sin embargo, del advenimiento de la cibernética y de la ciencia emblemática de la segunda mitad del siglo XX: la inteligencia artificial. Se trata de un vasto campo de investigación que condiciona una multitud de innovaciones industriales y que a la larga erigió, casi en silencio, un dispositivo técnico-antropológico responsable de asegurar nuestras acciones, optimizar nuestros actos e, incluso, anticipar nuestras aprehensiones, siguiendo un ritmo de sofisticación que parece no tener fin. Se ha constituido un movimiento de “delegación” no deliberado, consciente e inconscientemente excitado por el hálito embriagador de la “virtualidad tecnológica” que está dirigido hacia los “sistemas intuitivos” o hacia un tipo de humanidad paralela encargada de trabajar por la “buena conducta” del mundo. P. 26 

La perspectiva critica entonces nos señala no el mundo feliz ni la inminente destrucción de la vida y lo humano; nos seguiremos moviendo hacia una humanidad asistida, potenciada y desafiada por la IA. 

3.1 La inteligencia de la AI 

La eficacia, la eficiencia, la precisión y el poder de la técnica y de lo tecnológico no admiten cuestionamientos. La acción instrumental del homo faber es un proceso continuo de superación y sofisticación. La actual fase de este devenir se denomina proceso de digitalización. Antiguamente los humanos recogían con sus manos lo que sembraban en la cosecha, hacía los coches con sus manos, cocinaban con sus manos, hoy en grado sumo se programan máquinas para que realicen esas actividades. Digitalizar es diseñar y ejecutar programas que permitan que la actividad humana sea cada vez más de conducir, manejar, dichas actividades mediante ese programar.

La digitalización se extiende e intensifica, de actividades más o menos mecánicas como lavar platos a dimensiones complejas como conducir automóviles, dirigir drones. Estos ámbitos son procesos de tecnificación o tecnologización que ya tienen años de “normalización” y que en general, no han alarmado como sí lo ha hecho el chatgpt: ¿por qué ha ocurrido esta alerta?. Múltiples razones convergen, pero quizá la más asombrosa y asombrada es lo que se ha denominado el carácter “autónomo” del chat y sus distintos modelos que han recordado a la ciencia ficción de los robots que eventualmente pueden dominar a los hombres. En lo que se refiere a la inteligencia esta autonomía es expresada por Sadin (2018) de la siguiente manera: 

Esta facultad de juicio computacional caracteriza la singularidad casi futurista de la condición actual y en devenir de la técnica, revelando una nueva forma de autonomización: no ya la que se refiere a su “autodesarrollo” tendencialmente irreprimible, evocada por Jacques Ellul, sino a aquella capaz de pronunciarse a conciencia y en nuestro lugar, según una reciente soberanía que, desde ahora, le es permitida. Progresivamente, se instaura una administración robotizada de las existencias garantizada por “agentes clarividentes y empáticos” que actúan de manera soft y “sin ruido”, y que se orientan a encargarse de manera eficaz y armoniosa de los seres y las situaciones… P.27 

Esta idea sobre que la máquina logra, no sólo ejecutar un programa que proviene del ingeniero que externamente la entrena, sino que ella es capaz de distanciarse del entrenamiento y generar una autoprogramación en y gracias a un aprendizaje autónomo, es la génesis del asombro y el miedo que se ha suscitado. La IA está aprendiendo a aprender.

El horizonte comprensivo que interesa resaltar es que hablar de IA, de inteligencia artificial, sólo es entendible si aceptamos que ella, la inteligencia, es un constructo de informaciones y datos que en combinatoria y advirtiendo repeticiones o parámetros estadísticos puede generar o llevar a cabo diversas tareas, como resumir, ampliar información, diseñar textos, traducir textos, realizar predicciones, crear libretos o guiones, escribir códigos y producir discursos más o menos lúcidos. Es decir, si inteligencia es almacenar, y procesar datos, entonces sí y sólo sí, podemos predicar de estas máquinas que son inteligentes o tienen inteligencia. Si inteligencia es encargarle o entrenar una máquina para que con el procesamiento de una apabullante cantidad de datos establezca, patrones de reiteración (no sólo como descripciones sino como predicciones) y agrupamiento mediante reglas de la estadística, entonces es dable el adjetivo de inteligentes e incluso de autónomas en los procesamientos y en procesos de reversión que pueden calificarse de autoaprendizaje.

Lo anterior, formulado de manera distinta, es que hemos puntualizado: si la inteligencia es cálculo en el sentido indicado, entonces, las máquinas lo pueden hacer muchísimo mejor que cualquier ser humano.

Ahora bien, la inteligencia es algo más complejo que este cálculo. De modo sintético Noam Chomsky ha afirmado que a diferencia de los motores de apps como el chatgpt que operan con base a recolección de una enorme cantidad de datos, la mente humana puede funcionar con pequeñas cantidades de información, mediante las cuales “no busca inferir correlaciones brutas entre puntos (…) sino crear explicaciones” Estos motores dice Chomsky no son “inteligentes” carecen de capacidad crítica; si bien pueden describir y predecir “lo que es”, “lo que fue” y “lo que será”, no son capaces de explicar “lo que no es” y “lo que no podría ser”. El Tiempo, marzo 10, 2023. 

3.2 La conciencia de la IA 

La asombrosa operacionalidad del chatgpt, su capacidad para generar textos e imágenes y para contestar preguntas y resolver multitud de tareas llevo a afirmar no sólo que era más que un modelo de lenguaje y que poseía inteligencia sino que otros, se pronuncian y se siguen pronunciando, sobre que el chatgpt o similares, podrían llegar a tener conciencia de sí mismo o autoconciencia. La literatura de ciencia ficción robótica dejaría de ser tal y la realidad del robot inteligente y consciente se aproximaría cada vez más a ser una realidad.

Estas extrapolaciones son especulativas y forman cuerpo con la ebullición noticiosa que el chat ha generado. En este punto es importante reiterar la diferencia fundamental y radical entre los seres vivos y las máquinas y la diferencia aún más marcada entre los seres humanos como máquinas vivas (autopoiéticas) y las máquinas artificiales (alopoiéticas). A este respecto recordamos el trabajo de pensamiento y científico del filósofo Friederich Nietzsche, de los biólogos Humberto Maturana y Francisco Varela y del contemporáneo neurocientífico Anil Seth.

El filósofo de la voluntad de poder y la ciencia jovial, Nietzsche, nos ponía de presente que la conciencia es una derivada del instinto de sobrevivencia, un error útil y, por ende, es una resultante del proceso evolutivo que ha construido el mundo abstracto de la lógica, el racional y el ético de la autoconciencia, como medios o instrumentos para no perecer en la naturaleza. Maturana y Varela consideraban que las máquinas vivas autopoiéticas gozan de autonomía, en ellas medios y fines son lo mismo, la operatividad de los seres vivos está dirigida a sí mismos, no se deben a nada distinto a su propia organización y, por ende, no se requiere ni la presencia ni el accionar de un observador externo a ellas que las dote de sentido o les diseñe su actuación, su programa, su operar. En resumen, investigaron los biólogos chilenos, que la autopoiesis es la facultad de una entidad física de generarse a sí misma.

Por su parte Seth fue lapidario: “las máquinas conscientes no son posibles. La conciencia tiene más relación con estar vivos y no con la cantidad de inteligencia” y en afirmación análoga a Nietzsche y desde su campo científico, la neurociencia, dice que la conciencia es una función que el cerebro crea para entender y controlar el cuerpo, con el bagaje evolutivo, propio de especies del reino animal. John Atkinson PhD en inteligencia artificial se expresa de manera análoga cuando dice: 

Se busca que una máquina piense y actúe como humano. Sin embargo, la máquina no sabe lo que realiza, solo es una serie de operaciones que el observador interpreta como acciones humanoides. Ver Corvalán, 2019. 

El mismo Atkinson enlista, desde su punto de vista experto en IA, unos atributos que el considera necesarios para la definición de autoconciencia que quizá ninguna máquina alcanzará: 1) tienen que ser capaces de reconocer creencias, deseos, intenciones 2) predecir el futuro 3) evaluar consecuencias 4) seleccionar cursos de acción.

Entonces, predicar la conciencia o autoconciencia de la IA, es un claro ejemplo de una fetichización de objetos, fenómeno muy común a lo largo de la historia por parte de los seres humanos. Ser consciente como atributo reflexivo, como responsabilidad ética y como sensibilidad material (corporal) es una condición específica del ser vivo humano. Comentando el concepto de autopoiesis de Maturana y Varela dice David Baños, 2021: 

El hardware de un ordenador no computa para conservar su propia existencia ni tampoco vuela un avión para evitar destruirse, Es el observador externo, el ser humano, el que puede dotar de un sentido y una funcionalidad a dichas máquinas y, por tanto, estas carecen de autonomía. 

Estas puntualizaciones se han manifestado y se hace necesario traerlas a colación en este boletín porque se han propagado una serie de enunciados exorbitantes sobre el poder (actual y potencial) y sobre los rasgos (existentes y por adquirir) de las máquinas de la IA. Los informativos de toda índole, los canales de televisión haciendo maratones de las películas de la ciencia ficción sobre robots, los expertos recordando a los grandes autores de la literatura del género de ficción, etc, todos a una han contribuido a aumentar especulaciones más que conocimientos sobre los chats como el gpt y otros.

Para finalizar este apartado, leamos una respuesta del chatgpt sobre este tema de la conciencia, respuesta que indica un entrenamiento prudente por parte de los ingenieros (quizá para bajarle al tono de alarma que ha cundido con estos robots) relacionado con la complejidad de esta dimensión; se le pregunta al chat: “¿quién eres”?: 

Como un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI, puedo procesar el lenguaje y hablar de manera similar a un ser humano. Esto significa que puedo comprender preguntas y proporcionar respuestas coherentes utilizando el lenguaje humano. Sin embargo, a diferencia de un ser humano, no tengo conciencia de mí mismo ni la capacidad de pensar y razonar de manera autónoma. Soy simplemente un programa de computadora diseñado para imitar el lenguaje humano. Pérez. Colomé, 2022: 

3.3 La estructura y funcionamiento del CHAT GPT    

El ChatGPT es un modelo de lenguaje diseñado, programado y entrenado por ingenieros expertos en IA. Como tal a este motor, a este modelo de lenguaje se le puede enseñar a realizar tareas específicas, utilizando una cantidad ingente de datos y un algoritmo de aprendizaje automático (machine learning). El conjunto de datos no sólo se almacena sino que, el entrenamiento del modelo desde el enfoque de aprendizaje automático, analiza los datos e identifica patrones y relaciones entre ellos.

Con estos patrones, identificados mediante estadísticas que el motor realiza el chat es capaz de aprender a realizar tareas similares a las que se le presentaron inicialmente en los datos de entrenamiento. Estos desempeños son observados permanentemente por los programadores (ingenieros) que son los evaluadores del rendimiento del sistema y que sobre la base de dichas observaciones-evaluaciones hacen los ajustes requeridos o decididos.

Dado este entrenamiento este modelo de IA llamado chatgpt tiene una serie de habilidades y puede realizar una serie de tareas mejor que una persona. Puede procesar enorme cantidad de datos a una velocidad y precisión inigualables por un ser humano. Identifica patrones y relaciones complejas de estas cantidades astronómicas de datos, permitiendo una pluralidad de modalidades de clasificación de información. Las destrezas no acaban con lo anterior, el chatgpt puede realizar tareas repetitivas lo que, desde luego, es aprovechable para labores de automatización de procesos y para la dimensión robótica. Y si fuera poco, la máquina juega juegos (por ejemplo ajedrez) y hace traducciones automáticas, etc.

Habilidades y realización de tareas hasta hace unos pocos años inimaginables y que acrecientan y son constatación del ingenio humano como homo faber asombroso.

Ahora bien, dicho lo anterior, también debemos referirnos a las falencias que se han identificado en la máquina de marras. Empezando por el hecho incontestable de que así el chat pueda dar respuestas coherentes y muchas veces sorprendentes en términos de construcción discursiva e “intelectiva”, es la respuesta de una máquina y por ende se deben o tienen que activar inmediatamente procedimientos de comprobación de sus respuestas, máxime que los programadores no incluyen, hasta el momento, el que el chat revele las referencias, las fuentes, las bibliografías, las teorías y los autores que se han utilizado para componer dichas respuestas.

En adición a lo anterior, la respuesta estructurada no es necesariamente sinónima de precisa y confiable. El chat “miente” con la misma seguridad con la que dice o responde cosas ciertas. En el mismo orden de ideas las respuestas del modelo tienen características que se han subrayado como los sesgos de toda índole (sexuales, raciales, étnicos, de clase) que, por supuesto, atribuyen a sus respuestas, muchas veces, un carácter ofensivo e insensible. También, a menudo, la falta de contexto de la que adolece un modelo de lenguaje de esta naturaleza, es decir entrenado como programa abstracto basado en datos y algoritmos nos conduce a respuestas erróneas o inapropiadas. Ni hablar del tema ético que forma parte de una comprensión profunda de lo humano que como dijimos arriba una máquina nunca alcanzará.

Además se ha dicho que el chat tiene “alucinaciones” y que funciona en una suerte de explotación, “vampirización” de los usuarios. En cuanto al primer asunto, se trata de un modelo de lenguaje que atendiendo a las preguntas formuladas da respuestas automáticas que se asumen como veraces ya que en sus respuestas aparenta saber cualquier tema y como sofista robótico y fetiche cultural tiene entonces la capacidad de convencernos, de persuadirnos. Una simple profundización nos hace transitar por la duda, y se empieza a advertir que el chat simula, habla de oídas, ya lo dijimos arriba no sabe de lo que habla. Es un lorito. El chat está programado para no reconocer que no está diciendo la verdad. Es decir que uno de sus megaerrores es que tiene lo que se conoce como “alucinaciones”, tiene siempre pretensiones de verdad. Si no sabe algo se lo inventa. Como lo dijo Chomsky antes citado, el chat no es capaz de explicar “lo que no es”, “lo que no podría ser”.

El otro tema es que los empresarios dueños de estos chats se benefician en términos económicos y en términos de mejoramiento tecnológico de su máquina sin que la contraprestación sea equivalente con los usuarios. Los prompts, las frases y preguntas que utilizamos para darle dirección a estos modelos de lenguaje y, en general, la interacción que con ellos realicemos es absorbida por el chat como una fuente de captación que enriquece al modelo y que sofistica toda su operacionalidad. No es nueva esta extracción por las máquinas ya hemos tenido capítulos muy dicientes al respecto con el Facebook y el affaire CambridgeAnalytica. 

3.4 En el contexto escolar universitario: ¿alfabetización tecnológica o cultura tecnológica? 

     Es indudable que es deficiente el conocimiento y la instrucción con respecto a la tecnología y su acelerada innovación en los contextos escolares universitarios. El lenguaje predominante hoy día es el de la búsqueda y promoción de la alfabetización tecnológica, expresión frente a la que muchos guardan distancia porque se considera demasiado instrumental o porque se concibe como tarea a realizar muy elemental. Podríamos conciliar esta denominación con otra más comprehensiva y es la de la cultura tecnológica o, en el tono de este boletín, la búsqueda de complementariedad y coimplicación entre las culturas de las ciencias naturales, las ciencias humanas y el campo tecnológico.

Supuesta la decisión de integración en la universidad de estos tres ámbitos, optamos entonces por la semántica de la cultura tecnológica. Esta dimensión requiere de una normalización en nuestros procesos de formación y profesionalización que deben empezar con niveles básicos como el de la alfabetización digital y/o tecnológica.

En esta perspectiva la integración tiene varios retos que se plasmarían en una política institucional universitaria hacia la normalización de una cultura tecnológica que empiece por una oferta variada de diplomados, cursos, seminarios, coloquios, congresos y asignaturas, acciones todas encaminadas a la alfabetización y familiarización con lo tecnológico y sus lenguajes. Desde muchas latitudes se ha insinuado temas y estrategias para ir asimilando e integrando, en el quehacer cotidiano universitario, la cultura tecnológica.

Dichos temas y metodologías van desde los que recomiendan acciones puntuales como la disposición en la universidad de “navegadores limpios” para que los estudiantes y profesores no se vean inducidos o condicionados por navegadores de uso frecuente (es decir con las búsquedas previas) hasta los que consideran que lo que está sucediendo es de tal magnitud, (calificable de una nueva era tecnológica, cuyo primer episodio es el chatgpt como ilustración de lo que es una tecnología inteligente, una industria 5.0) que reclama un cambio estructural y general del sistema educativo.

Como sea y entendiendo que estas asunciones son procesuales enumeramos una serie de tareas por continuar o por iniciar en la escolaridad de la UPN. En caso de que se haga concreto el doble programa uno de los núcleos comunes necesario es el tecnológico. Tendría que incluir: enseñar a programar, conocimiento sobre lo que es un algoritmo, aprendizaje de búsquedas (no olvidemos que en general los estudiantes obtienen la mayor parte de su material a través de buscadores como Google o en Wikipedia), se requiere entender la lógica de estos buscadores que, ya se sabe son IA.

A la larga el uso de IA nos replantea asuntos que se han convertido en controversias gigantescas como el de la racionalidad, la legitimidad y la pertinencia de las evaluaciones masivas y de la educación centrada en los denominados estándares de calidad o unidades de aprendizaje, etc.

Las controversias y las problemáticas educativas cobran de nuevo protagonismo con la disrupción del chatgpt. Vuelve el debate sobre la memorización, el debate sobre la identidad y el papel del profesor, la revisión de definiciones como conocimiento, datos, informaciones, opiniones, enseñanza, aprendizaje, evaluación, etc., etc.

Evitando caer en el paradigma dilemático, reduccionista, simplificador y disyuntor, es propicio una suerte de “optimismo pedagógico” (de Zubiría, J., 2023), en el sentido de aclarar y afirmar que hoy más que nunca se necesitan los profesores, sus iniciativas, su experiencia, su disposición comunicativa e interactiva, su comprensión de saberes y su pasión por la educación, la cultura y la ciencia.




4. La pregunta por la IA y la metafísica de la proliferación instrumental 

Vamos terminando este boletín y nos referiremos a un último tema inspirados en el libro del profesor Germán Carvajal. Es el tema filosófico en el que (Carvajal 2023), ha renovado las pregunta por la técnica en la acepción de metafísica de la proliferación instrumental. Carvajal vuelve a preguntas esenciales, a interrogantes que tienen o tendrían que formar parte del repertorio y de la caracterización del profesor universitario interpelado por IA: ¿qué es el artefacto técnico? ¿qué es la razón instrumental? ¿por qué los seres humanos somos seres de la proliferación instrumental?

Volver a la filosofía primera, inspirarse en Aristóteles es el camino para pensar la técnica y la constitución del sujeto como substancia primera al decir del estagirita. Los dos soportes de la proliferación instrumental son el sujeto de un lado y la materia o lo material del otro; ambos imbricados posibilitan la generación del mundo. El sujeto, el hombre, el ser humano y sus materiales (barro, papiro, papel, lo digital). 

¿Y qué es un instrumento? Entendamos por instrumento un objeto que le permite a un sujeto tratar con otro objeto…Digamos que la relación originaria del sujeto con el instrumento es una relación entre dos cuerpos: llamemos al primer cuerpo, el apetente, al segundo, res satisfaciente. Llamemos también, manipulación a esta primera relación. Un cuerpo, el apetente, manipula a otro cuerpo, al satisfaciente. Antes que cognitiva, en primera instancia, la relación de sujeto a objeto es pragmática: es un tipo de acción manipulatoria de un cuerpo por parte de otro, y no, por supuesto, por mor del conocer sino por mor del consumir. P.132 

Desde esta teoría del homo consumans, la filosofía primera indica que la técnica no es un producto de la contemplación sino una realización instrumental o de la acción, del consumo del mundo, del moldear el mundo de un cuerpo (el sujeto) con otro cuerpo (el instrumento). A tono con Nietzsche y con Seth, arriba destacados, la primacía ontológica no es un sujeto metafísico sino un sujeto actuante.

El chatgpt es una máquina, sin importar el grado de sofisticación tecnológica (hardware y software) es un instrumento y, por ello, en su recepción educativa y pedagógica estamos desafiados a hacer una crítica de la razón como instrumento, una crítica de la razón instrumental que nos recuerda algunas de las perspectivas desarrolladas por la denominada Escuela de Frankfurt, específicamente por Max Horkheimer, 1947. 


REFERENCIAS

Althusser, Louis, (2010), “Tres notas sobre la teoría de los discursos”, en Escritos sobre psicoanálisis. Freud y Lacan. México: Siglo XXI.

Arendt; Hannah (1958), La Condición Humana, Edit. Paidós, Barcelona.

Baños, Abril, David, (2021), Autopoiesis y máquinas vivas, La máquina de oráculo.

Carvajal, Germán, (2023), La metafísica de la proliferación instrumental, Edit., Aula de Humanidades.

Corvalán, Francisco, (2019), ¿Podrán las máquinas tener conciencia algún día?, Tomad de La Tercer, Enero 14 de 2019.

Chomsky, Noam, (2023), La alarmante opinión de Noam Chomsky sobre la Inteligencia Artificial de ChatGPT, tomado de Revista La Tercera, Abril 27, 2023.

Eco, Umberto, (1964), Apocalípticos e integrados, Edit. Debolsillo, Random House Mondadori.

Echeverría, Javier y Almendros, Lola, (2023), Tecnopersonas, Cómo nos transforman las tecnologías, Grama ediciones, Argentina.

Gates, Bill, (2023), Bill Gates pone fecha a la desaparición de profesores por culpa de la IA; Tomado de Revista Semana, Abril 25, 2023.

Han, Byung Chul, (2021), Las no cosas, Edit. Taurus, Madrid.

Heidegger, Martin, (2021), La pregunta por la técnica, Edit. Herder, Barcelona.

Horkheimer, Max, (2010), Crítica de la razón instrumental, Edit. Trotta, Madrid.

Maturana, Humberto y Varela, Francisco, (1994), De máquinas y seres vivos, autopoiesis: la organización de lo vivo, Edit. Universitaria, Santiago de Chile.

Morin, Edgar, (1990), Introducción al pensamiento complejo, Edit. Gedisa, Barcelona.

Meneses, Nacho, ChatGpt y educación: (2023), ¿un nuevo enemigo o aliado de los profesores?, tomado de El País de España, Marzo 30, 2023.

Pérez, Colomé, Jordi, (2022), El País de España.

Nietzsche, Friederich, (1985), La gaya ciencia, Monte Avila Editores, Caracas.

Sadin, Eric (2018), La humanidad aumentada, la administración digital del mundo, Edit. Caja Negra, Buenos Aires.

Zubiría Samper, J.d., (2023), ¿Serán desplazados los docentes por la inteligencia artificial?, Tomado de el periódico El Espectador, 8 de Mayo de 2023.