-
Comunicación educativa. Por un lado, medios educativos que buscan cumplir el
fin instruccional de la escuela; por otro lado, la comunicación escolar, en sus dos variantes: didáctica (características comunicativas de la enseñanza, los textos
y los materiales didácticos), cuyo centro de atención sería la codificación; y pedagógica, (procesos de comunicación en la vida institucional),
cuyo centro de atención sería la interacción.
-
Educación mediática. Manera como los medios, en
tanto instituciones, cumplen funciones enculturizadoras, a través de una oferta
‘no educativa’ (informativa, publicitaria y de entretenimiento). Se centra en las características
comunicacionales, es decir, en los códigos y narrativas de la oferta mediática,
y no sólo en sus contenidos.
-
Investigación-producción
pedagógica.
Prototipos de productos mediáticos que permitan difundir la investigación y
aplicarla, especialmente con fines pedagógicos y didácticos.
Como se ve, excepto la Comunicación educativa, en su versión de medios educativos, las
demás denominaciones son provisionales o están por construir. La Educomunicación se piensa como un asunto
de medios, tecnologías, escuela y políticas, y no como un asunto de pedagogía,
didáctica y comunicología; se piensa como práctica e, incluso, como técnica, y
no como teoría. En suma, parece más un campo profesional que un campo
disciplinar.
1. Educación y comunicación
como condición antropológico-cultural
Durante la segunda mitad del siglo XX, en educación
y pedagogía se produjeron enfoques teóricos y metodológicos que pugnaban con el
conductismo (culturalismo vygotskyano, constructivismo piagetiano); en cambio, en
el campo de la comunicación hubo que esperar hasta el fin del siglo para enfrentar
el funcionalismo y la teoría de los efectos: las teorías de matrices culturales
como mediación fundamental y de los
medios a las mediaciones (Martín-Barbero).
Pese al pretendido giro culturalista en los estudios
de comunicación, no se ha desplazado la atención de los medios y las
tecnologías a la cultura, ni de los recursos didácticos a los procesos de
pensamiento. Los culturalistas no asumen las consecuencias de su punto de vista,
por ejemplo, la de que no hay nada humano fuera de la cultura, incluyendo la
tecnología. Por eso, constantemente sus análisis hacen concesiones
extraculturales (con preguntas como: ¿cuáles son las nuevas formas de
pensamiento que están produciendo las nuevas tecnologías?) y gran parte de los
trabajos se refieren al uso de los medios y las tecnologías en procesos educativos
formales e informales. En los “problemas” donde la Educomunicación ve rupturas,
se pueden mostrar continuidades (y
viceversa); se pueden ver oscilaciones entre racionalidades (matrices
culturales) y no superaciones: la expresivo-simbólica popular y la informativa-instrumental… que, en educación, se expresan en los
pensamientos narrativo y paradigmático (Bruner). De estas
matrices se derivan, respectivamente, las que en la jerga académica conocemos
como culturas populares y cultura occidental.
Las culturas son formas de codificar el mundo (el
pensamiento sobre el mundo). En tal sentido, como código, se puede sintetizar en
una correspondencia sintáctico-semántica:
Código
Función semiótica
Mensaje
|
|||
Sintáctica
|
Semántica
|
||
Expresión
|
Contenido
|
||
Sustancia
|
Forma
|
Forma
|
Sustancia
|
Texto
|
Figurativa/Abstracta
|
Figurativa/Abstracta
|
Discurso
|
Según el esquema, entre el texto y el discurso,
median las formas, tanto de la expresión como del contenido; esto es, las reglas que permiten dar significado a
esa expresión material llamada texto. Las formas son el secreto de la
codificación y, por tanto, el núcleo de la cultura; son la parte no evidente
pero generativa de la comunicación, mientras que los textos y los discursos son
evidentes, pero generados por las formas. Así, las culturas se definen y se
diferencian más bien según las siguientes características:
Culturas
|
||
Expresivo-simbólica
popular
|
Informativa-instrumental
|
|
Código
|
Figurativas
|
Abstractas
|
Discursividad
|
Narrativas
|
Argumentativas
|
Texto/reglas
|
Textualizadas
|
Gramaticalizadas
|
Texto precede a reglas
|
Texto precedido por reglas
|
|
Reproducción
|
Aprendizaje
|
Enseñanza
|
Aprendizaje
|
Espontáneo
|
Estudio y reflexión
|
Así, los culturalistas incurrirían en los siguientes
extravíos:
1. Según el extravío digitalista, habría culturas digitales y
culturas analógicas. Pero no: toda comunicación humana es digital, pues la
lengua se basa en unidades discretas, no significativas (fonemas), y en reglas
combinatorias (sintaxis), que permiten construir —con la mediación de la
cultura— las unidades significativas (contenidos). La comunicación animal sí es
analógica: tiene respuestas genéticas y, por tanto, no diferidas, no mediadas, no
mediatizadas. Así, las culturas no se definen ni se diferencian por la técnica.
La tecnología digital electrónica es producto de una cultura en particular; y, al
mismo tiempo, toda cultura es, en principio, susceptible de tecnificar por
medios digitales o analógicos.
2. Según el extravío virtualista, habría culturas materiales y
culturas virtuales. Pero no: la ‘virtualización’ es una forma de tecnificación
consistente en la digitalización electrónica. Por tanto, la virtualización es una
técnica, no una cultura. En rigor, todas las culturas, como sistemas
sintáctico-semánticos, son virtuales; es decir, tienen en potencia (virtualmente)
la capacidad de producir todos los posibles casos (actualizaciones), pero el
conjunto de los casos no es igual a las posibilidades.
3. Según el extravío institucionalista, habría culturas escolares
y mediáticas. Pero no: estas denominaciones son producto del Estado-nación y
del Capitalismo, de lo que llamamos esfera pública y modernidad, no le
pertenecen específicamente a la cultura.
4. Según el extravío economicista, habría culturas comerciales
y educativas. Pero no: toda cultura puede ser comercializada si tiene demanda; y
toda cultura educa, pues encultura a sus miembros.
5. Según el extravío sociologista, habría culturas de élite y
culturas populares, femeninas y masculinas, propias y ajenas; blancas y negras
o indígenas, criollas y españolas, del norte y del sur, juveniles y adultas… Pero
no: en principio, nadie está incapacitado para ninguna cultura.
En consecuencia, cualquier cultura puede ser
apropiada por cualquier sujeto o grupo social; institucionalizada por cualquier
sociedad o Estado; comercializada en cualquier mercado, en cuanto haya
consumidores competentes; fijada, almacenada, transmitida, difundida y
reproducida por medio de cualquier tecnología (analógica o digital); y por
supuesto, cualquier cultura educa. Ahora bien, nada de esto impide que haya
correspondencias entre grupos sociales y preferencias culturales, pero por
efectos de la estructura social y no de la especificidad de la cultura.
2. De la educomunicación a la
educomunicología
Tres obstáculos para pensar educomunicología, en vez
de educomunicación:
1. La dicotomía filogénesis/ontogénesis.
Si bien el hombre también garantiza su supervivencia a través del principio de
diferenciación individual, ésta no explica suficientemente la vida humana:
entre el individuo y la especie se erige, como principio de organización y
supervivencia, la etnia, con su lengua particular.
2. La semiología. Como ciencia
general de los signos, iguala la lengua natural con los demás sistemas de
representación creados por el hombre, como si éstos no dependieran de aquélla y
como si la lengua fuera un artefacto más.
3. Oralidad y escritura
como tecnologías de la palabra. Si
bien la escritura puede ser una tecnología (aunque la cultura alfabética es una
forma de pensar), la oralidad es condición antropológica básica. La equiparación
mencionada confunde la lengua oral con un medio,
como instrumento de comunicación, en la misma medida que otros recursos
técnicos (o al revés: considera otros sistemas de representación como lenguaje,
como condición antropológica).
El lenguaje le da al animal humano la característica
de la etnización, de la cual se desprenden la desespeciación,
la desespecialización. La etnización
es el paso del agrupamiento animal al vínculo humano. En consecuencia, es un
proceso de desespeciación: la vida
humana deja de estar regida genéticamente y comienza a estar regida
culturalmente. Esta ruptura es inédita. Con ella se inicia la tragedia humana:
la búsqueda del sentido. Pero también implica la desespecialización: nacer ignorantes, tener que aprender todos los
comportamientos socialmente útiles y aceptables, que ya no vienen en la sangre
sino en la cultura, en la lengua.
La especie humana se educa en valores y
conocimientos (convencionales), asuntos que no existen fuera del lenguaje. Mito
y lenguaje son la especialidad de la especie humana. Ambos constituyen la
cultura y son el nacimiento de la educación y la comunicación. Kant divide la educación en tres:
cuidar, disciplinar e instruir. El cuidado tiene que ver con la ontogénesis: como
el individuo nace incompleto, necesita cuidado; el disciplinamiento es etnogenético,
pues el individuo tiene que aprender los valores y comportamientos; y la
instrucción también es etnogenética, pues el individuo tiene que aprender los
conocimientos.
Entonces, educación y comunicación son las características
antropológicas básicas; son los procesos que describen la existencia humana. Según
lo dicho, si existe algo como la educomunicación tendría que ser el objeto de
la antropología o la etnología, es decir, del estudio de los grupos humanos. Sin
embargo, existe el supuesto de que la educación es escuela y la comunicación son medios.
Pero escuela y medios son instituciones (organizaciones que cumplen funciones
en nombre de toda la sociedad).
Ahora, si de lo que se trata es de dar cuenta de lo
que se llama cultura escolar y cultura mediática, como culturas, educativa la primera y de entretenimiento la segunda, ya se dijo
que esta clasificación no corresponde al carácter intrínseco de las culturas,
que no son excluyentes, que dependen de las competencias del usuario y, por
tanto, el hecho de que alguien se entretenga, se informe o se divierta con uno
u otro producto cultural es un asunto de su capacidad para consumir
determinados productos; saber con qué se informan o se divierten los sujetos
sigue siendo, en consecuencia, un objeto de la sociología.
Pero si de lo que se trata en la educomunicación es
de las culturas como formas de codificación, entonces aquí sí podemos encontrar
unas diferencias que encajan con las diferencias de las culturas que planteamos
al principio: una tradición
oral-icónica y narrativa, opuesta a una tradición
alfabética y paradigmática o argumentativa. Desde el punto de vista de la
codificación y de la comunicación, estas tradiciones son inconmensurables:
Todos estos procesos constituyen en
rigor procesos educomunicativos y tendrían que ser el objeto, no de la
educomunicación, que es el fenómeno, sino de una educomunicología.
[CONTINUARÁ]
[CONTINUARÁ]
No hay comentarios:
Publicar un comentario