sábado, 14 de enero de 2012

Otro bautizo al sujeto de las estadísticas


Por los medios de comunicación se acaba de publicitar el nacimiento del colombiano número 44 millones, según las cifras del DANE. La cesárea de Sandra Ramírez a las 7:55 de la mañana ahora es un asunto de todos, por el sencillo hecho de que su hijo fue “escogido” para ocupar ese lugar en una cifra. El director del Hospital de Kennedy le avisó con anterioridad al padre, un camarero cuyo deseo de “buscar la parejita” no sólo viene del consumo masivo, sino que ahora sirve para el consumo masivo. La bendición institucional corrió a cargo del Secretario de Salud de Bogotá (que será el padrino de la criatura), y del Viceministro de salud, quien después de los saludos de rigor señaló, tal como le corresponde, la importancia de reflexionar sobre el control de la natalidad, el desarrollo infantil y la vacunación de los niños.

Aquí nadie fuerza a nadie y todos ganan: el padre sacó beneficio económico de la elección de la que había sido objeto su hijo; una empresa de productos para bebés hizo propaganda a costa del acontecimiento; el Viceministro de salud aprovechó la oportunidad para hablar de la necesidad de “disminuir los altos índices de embarazo en adolescentes, a través de muy buenos programas de atención”; la prensa encontró algo para comentar, algo para mostrar; y los consumidores de noticias nos informamos de algo real, pues supimos los gramos que el niño pesó, los centímetros que midió, el color de sus ojos, su primera alimentación fuera del vientre, la hipotermia de la madre, el nombre del médico que dictaminó la necesidad del niño de comer y dormir, la declaración del padre de que la situación está muy difícil y que no tendrá más hijos. Hora, cifras, descripciones y declaraciones, todo ello es ahora de conocimiento nacional, lo que también parece testimoniar de que se trata de algo real y, como tal, necesario de ser sabido.

Todos hemos sido interpelados, aun en el rincón del alma donde pudiera albergarse un juicio descalificativo sobre la frivolidad de la noticia que registra hasta el bostezo de Nicolás —nombre del nuevo colombiano—, el cual significa, según dicen los periodistas, que a él lo tiene sin cuidado este galardón. Señalamiento cuya implicación es que al resto de compatriotas sí le importa, lo cual queda demostrado con el simple hecho de que allí estaba la prensa para registrarlo. A no ser por la noticia, de los 44 millones de colombianos muy pocos habrían conocido al camarero, a su esposa, que luce muy aséptica en la cama número 3 del hospital, y al niño que aprieta los ojos, tal vez por la intensidad de las luces que nuestros profesionales de la comunicación se ven obligados a aplicar a los hechos para subrayar su autenticidad.

Ese cuarto de hospital popular, idéntico a tantos otros, ahora se convierte en dato; todo en él adquiere una duplicidad. Y entonces es necesario pulir las poses, acomodar los encuadres, evitar ciertos rincones, pues ha llegado la realidad, con sus lentes y sus luces, y no podemos dejarnos sorprender en nuestro estado natural de inverosimilitud. Una serie de eventos, absolutamente contingentes, adquieren ahora la calidad de necesarios, con lo que el acontecimiento ha sido creado, aunque todo se reduzca a una cifra arbitraria.

Evidentemente, el conteo preciso de 44 millones de personas es imposible. No sólo la gente no se está quieta, sino que muchos niños estaban naciendo en el país a esa misma hora; instante en el que también muchas personas estaban muriendo. Pero no importa que el desorden de la vida y la muerte impida contar, pues la realidad (la que recrean la TV, la radio, la prensa) está basada en el cálculo. Se trata de hacer del nacimiento de cualquiera, la materialización de un cálculo estadístico (esta vez del DANE), que está inscrito en otra serie de cálculos que se le escapan al realismo de la noticia y que producirán otras realidades en otros ámbitos. Cualquier niño habría dado lo mismo. Se trata de una sociedad que contabiliza, y de palabras que no se pronuncian ante la prensa, sino porque la prensa está ahí.

Según nos parece, no es éste el momento en el que nace el sujeto de las estadísticas, sino otro de sus bautizos. Así como cierta bebida cola necesita promocionarse, pese a vender millones de botellas diarias, a no salir ya de la canasta familiar, y a estar inscrita en la imaginación popular en forma de Papá Noel, así mismo es necesario bautizar niños con cifras cada que las aproximaciones llegan a ciertos límites. Si nuestra cultura es nuestra creación, es necesario reproducirla de forma permanente. Y esta es una de las maneras que, como tantas otras, es heredada: las agencias internacionales hacen lo mismo desde hace muchos años en el mundo.

Este sujeto de las estadísticas no es ni bueno ni malo; es otra manera de ser sujeto, como producto y productor de la cultura. Este sujeto goza contando y goza cuando lo cuentan. Uno siempre sale en la prensa: o es del 40% de la población que lee el horóscopo, o del 60% que no. No da lo mismo que un jugador desperdicie un penalti, a que se le consulte a la “opinión pública” si esa fue o no una acción justa con el país. Todo se somete a la estadística a todas horas y por todos los medios: las costumbres de un personaje de farándula, la intención de voto, el tratado de libre comercio, la suerte de alguien en un programa de concurso... independientemente de la relación entre las cifras y las causas. Y si no se quiere contestar, pues uno pertenece al residuo llamado NS/NR (no sabe/no responde). Por eso, es el DANE el que origina la razón por la cual un fragmento trivial de la vida de una familia es producido como noticia para todos.

Queda claro que hay una decisión de qué se mira y qué no, de cómo se mira, de a quiénes hay que entrevistar, de qué fuentes citar, de qué detalles dar, de qué nimiedades escarbar. Lo que resulta menos claro es cómo se determina el conjunto a partir del cual se toman estas decisiones. Y, menos aún, qué sujeto se produce con esta manera de decir y de mostrar.

Puede pensarse que educar es formar un sujeto que de antemano se considera educable; por eso en la Universidad nos ocupan las teorías del desarrollo. Pero el nacimiento de Nicolás indicaría que educar es también algo menos visible, a saber, la producción de esa susceptibilidad del sujeto de ser educable, el sentido en el que una cultura lo educa, que no son todos, que no es cualquiera. E indicaría, todavía más allá, que ese sujeto se produce, independientemente de cómo se lo eduque, con tal de que sea ese y no otro. Y nos parece que la estadística y el conteo, que les permite a todos sentirse partícipes, que traza un camino por oposición a otros, es una manera de producir un nuevo sujeto para que se lo eduque, sin saber de dónde viene.

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