viernes, 14 de noviembre de 2025

Crisis sistémica y educación


Crisis civilizatoria y crisis sistémica 

Trataremos de ilustrar la convergencia de la crisis de la civilización occidental con la crisis del sistema capitalista.

Según cierta historiografía —cuyo carácter discutible dejaremos para otro momento—, la civilización es un estado de desarrollo de la humanidad caracterizado por unos rasgos comunes, asociados a la superación de la recolección: sedentarismo, agricultura, domesticación de animales, instituciones sociales no parentales (civiles, Estado), división del trabajo, comercio, propiedad privada, monogamia, etc. (Kristiansen, 2001), etapa evolutiva en la cual las sociedades adquieren, sobre todo, escritura: según Biernatzki (1996. p. 24), el habla posibilita crear una cultura humana, y la escritura crear civilización. Esto no se refiere a la separación romántica entre Cultura y Civilización (natural y artificial), sino al hecho de que la cultura se clasificaría por los instrumentos o técnicas de producción o de trabajo, mientras que las civilizaciones ofrecen productos llamados monumentos y documentos, en los que predomina el carácter simbólico y la pretensión de permanencia (Gordon-Child, 1972). En síntesis, la memoria de las culturas es la lengua, y la memoria de las civilizaciones es la escritura; ambas se diferencian de la memoria biológica que es genética (Leroi-Gourhan, 1971).

Los grandes focos civilizatorios se desarrollaron alrededor del cultivo de cereales, dado su carácter duradero y, por tanto, almacenable: las civilizaciones del arroz (Asia), del trigo (Medio Oriente), del sorgo y el mijo (África) y del maíz (América). Todas las civilizaciones comparten más o menos los rasgos anteriores.

En efecto, las Civilizaciones consideradas por Arnold J. Toynbee, entre ‘paternas’ y ‘filiales’, son las siguientes: Occidental, la Ortodoxa, Iránica, Arábica (estas dos ahora unidas en la Islámica), Hindú, del Lejano Oriente, Helénica, Siríaca, Índica, Sínica, Minoica, Sumérica, Hitita, Babilónica, Egipcíaca, Andina, Mexicana, Yucateca y Maya (Toynbee, 1995, p. 65). Estas distinciones pueden ser discutibles, puesto que la civilización minoica tomó su sistema de escritura del Lineal A de la civilización micénica (Robinson, 2003; Calvet, 2007; Drucker, 1999); a la vez, el lineal B se considera antecesor de la escritura griega, por lo que tendría filiación con la civilización helénica. Así mismo, la siríaca, la sumérica, la Hitita y la Babilónica pueden tener entre sí filiaciones semíticas, mientras que la arábica y la iránica, aunque comparten el Islam, tienen antecedentes muy diversos, pues los iranios son indoarios mientras que los árabes son semitas. Lo que sí se podría mantener, pese al origen cristiano común, es la división entre la civilización occidental y la ortodoxa, en términos incluso geoeconómicos más que geopolíticos (renacer del feudalismo frente al surgimiento del capitalismo).

Las únicas que parecen no encajar en este criterio de clasificación son las civilizaciones africanas, pues no aparecen en las clasificaciones de Toynbee, pero sí aparece la ‘Africana’ en la descripción contemporánea de Huntington (2001). Aunque no conocemos los sistemas de escritura sí podemos reivindicar que, en cuanto a las civilizaciones de Malí y Níger, su existencia está acreditada por los monumentos antes que por los documentos.

En contraste con el carácter histórico de la clasificación anterior, Huntington reduce las civilizaciones actuales a ocho, cada una de las cuales es identificable en regiones geopolíticas: China, Japonesa, Hindú, Islámica, Ortodoxa, Occidental, Latinoamericana, Africana (Huntington, 2001, pp. 45-54). Aquí desaparecen las filiaciones entre civilizaciones y las civilizaciones particulares de América Latina; la latinoamericana no parece tener que ver con el carácter supérstite de las grandes culturas precolombinas sino con una suerte de sincretismo afro-euro-americano. Lo mismo parece ocurrir con ‘la africana’ a pesar de la diversidad de tradiciones culturales de África.

Cuando hablamos de crisis civilizatoria nos referimos, grosso modo, a lo que se ha llamado “los males del antropoceno”. Pero, realmente, éstos empezaron —según la versión pesimista de Levi-Strauss (2013)— a partir del neolítico, con el fin de la etapa recolectora de la especie y el inicio de la etapa productiva. Lo cual debió haber ocurrido en todos los focos civilizatorios independientes que surgieron casi simultáneamente en el planeta.

En todo caso, a pesar de la diversidad de focos civilizatorios, lo que terminó imponiéndose como civilización fue la civilización occidental, cuya manera de caracterizar tanto a los ‘no civilizados’ como a las otras civilizaciones consiste en establecer el contraste con su autorrepresentación, una actitud que después de Edward Said (2008) se llamó Orientalismo. Los rasgos de esa civilización son rastreables desde la tradición de su escritura alfabética, hasta una tradición técnica, pero sobre todo en una tradición ética y política que se sintetiza en esta descripción: 

Al espíritu judío debíamos el racionalismo y el monoteísmo; al griego, la cultura platónica o aristotélica floreciente en instituciones urbanas; al latino, las formas de organización social: derecho público, estoicismo como moral del ciudadano. Al cristianismo, el concepto de persona; una elaboración sistemática y teológica contenida en una idea de eclesia y ecumene; la escolástica y las formas de enseñanza trivium y cuadrivium, como ejercicios de la mente; la concentración espiritual del individuo llevada a su máxima expresión en el célibe religioso; los monasterios, la semilla de la universidad (Restrepo, 1993, p. 98, cursivas añadidas). 

Ahora bien, el rasgo fundamental que vino a aportar la civilización occidental fue el capitalismo, como ética y como política. A partir del siglo XVI, la cultura occidental se impone en el resto del mundo como modelo de civilización, iniciando la acumulación originaria de capital y, con ella, cinco siglos de expansión capitalista, con cuatro ciclos de acumulación, cuatro o cinco modos de regulación, etc. 

Crisis sistémica 

Que la civilización occidental —en su versión capitalista— se haya impuesto hace que la crisis sistémica coincida con la crisis civilizatoria.

Los rasgos de la crisis civilizatoria y sus respectivas alternativas son: 

Crisis

Alternativas

Climática

No hay alternativa al sol para regular el clima

De la biodiversidad

No hay alternativa al agua para mantener la vida

Cultural

No hay alternativa al lenguaje para la existencia de la cultura

Educativa

(¿Es civilizatoria o sistémica? [Narváez, 2025, Inédito]).

 ¿Qué es “crisis educativa”? 1.- crisis de transmisión cultural de la educación escolar; 2.- crisis de la transmisión intergeneracional de la cultura, codificada en forma alfabética (Narváez, 2025). Si hablamos de cultura alfabética, la crisis educativa sería crisis civilizatoria, pues nuestra civilización se ha cimentado en la codificación alfabética; y si nos referimos a la institución escolar, la crisis educativa sería sistémica, pues, por más que retrotraigamos el origen de la escuela a los monasterios medievales, la escuela es moderna, contemporánea del capitalismo.

“Crisis sistémica” es la del Moderno Sistema Mundial o Economía Mundo Capitalista. El capitalismo organizó el mundo en un sistema-mundo realmente nuevo, distinto a los sistemas locales y a los sistemas-mundo imperiales: 

A fines del siglo XV y principios del XVI, nació lo que podríamos llamar una economía-mundo europea. No era un imperio [...] Era un tipo de sistema social que el mundo en realidad no había conocido anteriormente y que constituye el carácter distintivo del moderno sistema mundial. Es una entidad económica pero no política, al contrario que los imperios, las ciudades-Estado y las naciones-Estado [...] Es un sistema “mundial”, no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier entidad política jurídicamente definida. Y es una “economía-mundo” debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico (Wallerstein, 1979, p.21)[1].

 Dicho sistema ha pasado por cuatro etapas, que, en la periodización del autor, corresponden a las siguientes características con sus respectivas fechas: 

Tabla 1: Períodos y características del capitalismo 

1450-1640

Orígenes. Sistema europeo

1640-1815

Consolidación del sistema

1815-1917

Economía mundo como empresa global gracias al industrialismo

1917-

Consolidación de la economía-mundo y tensiones revolucionarias

Fuente: Wallerstein, 1979, p. 17. 

Así se resume la historia del capitalismo como sistema mundial moderno, como sistema de Estados-nación (193 reconocidos hoy por la Organización de las Naciones Unidas). Estos entes jurídico-políticos, en términos capitalistas, funcionan, a la vez, como economías nacionales que conforman una economía mundo, es decir, un sistema de lazos económicos. En El Moderno sistema mundial, Wallerstein (2014) concluye que esta historia, cuyo último capítulo termina en 1917, termina también con el triunfo del liberalismo centrista sobre el conservadurismo y el radicalismo, las otras dos corrientes políticas que dinamizan el siglo XIX.

Esto coincide con Huntington: el punto culminante de la dominación de la civilización occidental fue la década de 1920, justo después de la I Guerra Mundial. En contraste, en la década de 2020 —predice hace 30 años— Occidente tendrá el siguiente grado de control:

 Tabla 2: Resumen de la civilización occidental

Fuente: Huntington, 2001, p. 107. 

Estas predicciones acertaron, pues el G7, conformado por las economías más industrializadas (EE. UU., Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá), representan “en 2024 el 29% del PIB mundial, una cifra que ha disminuido significativamente desde 1975. La población de estos países es de aproximadamente 782 millones de habitantes, lo que equivale a cerca del 10% de la población mundial”[2].

Mientras tanto, los países ‘emergentes’ (BRICS) “representan ahora más de la mitad de la población mundial y el 40,4% de la riqueza mundial (en paridad de poder adquisitivo)”[3] y el 40% de la producción industrial. Obviamente, el poder militar occidental sigue siendo el más grande, pero, aun así, la potencia combinada de Rusia, China e India tienen ya la capacidad suficiente de contención. Además, hay cinco potencias regionales musulmanas que no están necesariamente alineadas siempre con Occidente: Indonesia, Pakistán, Irán, Turquía y Egipto. Indonesia y Pakistán son la cuarta y quinta naciones más pobladas del mundo; las demás cuentan con alrededor de 100 millones de habitantes y, además, Pakistán tiene poder nuclear.

Desde el punto de vista de la relación Centro/Periferia: los capitalistas del centro se apropian de una parte de la plusvalía de los capitalistas de la periferia; pero, cuando son hegemónicos, se apropian de una parte de la plusvalía de los capitalistas de los otros países centrales. Y bien, el sistema entra en crisis porque nuevas economías no sólo disputan un lugar en el centro, sino también su hegemonía (hoy existe al menos un país con esa capacidad). La crisis sistémica es el fin de un ciclo de acumulación hegemonizado por la economía de Estados Unidos.

Pero crisis sistémica no es el fin del sistema. Muchas alternativas y alianzas son posibles en un nuevo reparto del mundo. También es posible que venga una guerra que no deje mundo para repartir… Pero ¿es necesario tirar el niño con el agua de la bañera? O sea, ¿es necesario erradicar la cultura alfabética, como memoria de la civilización occidental, junto con el capitalismo? ¿Es el capitalismo necesario en dicha tradición civilizatoria o es una contingencia histórica? El hecho de que el capitalismo haya expandido la cultura occidental ¿implica que dicha cultura es intrínsecamente opresiva, alienante, colonialista, etc.? No es la civilización sino el capitalismo, ya sea sínico, ortodoxo, hindú o musulmán el que desafía al capitalismo occidental.

Para diferenciar la crisis capitalista de la crisis civilizatoria y, por tanto, para diferenciar la lucha anti sistémica de la lucha antioccidental, anti alfabética y antiacadémica, hay que resolver antes otra pregunta: si aceptamos que la cultura occidental tiene la cuna en Grecia, los herederos de los filósofos griegos ¿son los griegos o los filósofos? Los herederos no son los griegos —hablantes de la lengua y portadores de la tradición oral—, sino los filósofos competentes en la escritura griega y el pensamiento filosófico. Cada vez más, los filósofos son ajenos al grupo étnico griego y pertenecen a otras etnias y a otras lenguas, pero competentes en la escritura y la filosofía griegas. O sea, los herederos son quienes asumieron la cultura alfabética en su doble carácter: como forma de expresión alfabética y como forma de contenido filosófico (analítico, categorial). Y fue trasladada al latín a través de la versión universal o supra étnica llamada Gramatice (latín escrito y universal) y no a través de los Romanice (lengua oral y local) (Tagliavini, 1993).

Todas las culturas étnicas, incluyendo las lenguas romanices, tienen una base oral y sobre ellas se construyen los componentes de la cultura (técnica, ética, estética). Esto vale para las más de seis mil lenguas existentes en el mundo, o sea para otras tantas culturas étnicas (Crystal, 1997). 

Tabla 3: Saberes de las culturas orales 


Tomado de Narváez, 2025. 

La cultura occidental aporta los saberes teóricos, contemplativos, explicativos, etc. Es decir, la cultura alfabética no construye sólo una ética, una política, una técnica y una estética sino, sobre todo, una teoría sobre esas esferas de la praxis. Este tipo de saberes, que no han estado al alcance de todos, comienzan a ser reivindicados por los ciudadanos en la modernidad. Pero no están en la oralidad, sino en la escritura de las lenguas nacionales, lenguas modernas que luego devienen lenguas coloniales como el inglés y el español. Estas lenguas tienen la misma edad de las universidades: unos 800 años (Tagliavini, 1993). Por medio de ellas, los saberes universales, codificados en alfabeto latino, se criollizan o se nacionalizan y, al mismo tiempo, los saberes locales se universalizan a través de las lenguas nacionales escritas. La idea de “derecho a la educación” sintetiza esa pretensión de que todos tengan derecho a esa cultura universal, convertida en cultura Nacional-popular (Gramsci, 1986). La “educación formal” es la transmisión intergeneracional de esos saberes alfabéticos universales teóricos.

Así, la crisis educativa es el paulatino abandono de los saberes teóricos en la escuela, bajo el pretexto de dos reivindicaciones que se convierten en obstáculos para la formación: la pertinencia (empleabilidad) y la calidad (operatividad). De ‘comprender’ o ‘conocer’, pasamos a ‘saber-hacer’, ‘saber-actuar’ (“competencias ciudadanas”). O, según Sherry Turkle, el paso de la transparencia moderna (por qué algo funciona de alguna manera), a la transparencia posmoderna (cómo hacerlo funcionar). La transmisión cultural posmoderna, consistente en el hacer, el actuar, el sentir, es lo que hoy se llama “experienciar”[4]. Es la eliminación de la teoría. Si insistimos un poco más, también podemos decir que al preguntarse por qué, esta forma de pensar es, en sentido estricto, la cultura crítica. Por tanto, eliminar esa pregunta es también la eliminación de la crítica. 

Tabla 4: Saberes de la cultura alfabética 

Tomado de Narváez, 2025.

 

Crisis de la educación como crisis sistémica 

La promesa de que la educación produce ascenso social e incorporación a la economía ha venido decayendo desde los 70. Según Zukerfeld (2016), hasta 1975 había correspondencia entre el aumento de cobertura en la educación superior y el aumento crecimiento porcentual del producto interno bruto. Según Misas (2019), en la década de 1960 —la edad dorada del desarrollo— un título universitario implicaba un ingreso de 9.5 salarios mínimos; en la década de 1970, un ingreso de 5.5 salarios mínimos; pero en la década del 2010 sólo garantiza un ingreso de 1.7 salarios mínimos.

Sin embargo, en el último informe de la OCDE (Education at a Glance 2025 © OECD 2025) la educación superior todavía ofrece ventajas económicas y sociales: 

Los adultos con una cualificación de educación terciaria ganan, en promedio, un 54% más que quienes sólo cuentan con educación secundaria superior. Incluso considerando los costos de la educación terciaria, el beneficio económico promedio a lo largo de la vida de obtener una cualificación terciaria supera los 300.000 USD en el conjunto de la OCDE (p. 20)[5]. 

Desde luego, la sobrecalificación es un resultado que no se puede achacar a la educación superior, sino al bajo nivel del capitalismo en Colombia y en los países de la periferia, relacionado con el rentismo que agobia al capitalismo en este tipo de países. Así mismo, el desencuentro entre la oferta y la demanda laboral tiene que ver con la falta de formación técnica y científica en la educación, pero también con la falta de formación bruta de capital. No se trata sólo de que la universidad no produce mano de obra para el empresariado, sino de que el empresariado no invierte lo suficiente para ofrecer oportunidades de empleo.

El acceso a la cultura alfabética y a la educación escolar no se reduce a la formación para el trabajo sino a la formación de ciudadanos. Ahora nos dicen que son más importantes las competencias ciudadanas (aprender a actuar) que los conocimientos sociales (aprender a comprender la sociedad)… no sea que los ciudadanos se conviertan en críticos, en vez de obedecer ciegamente.

La crítica a la escuela reproductivista, ideológica, represiva, disciplinaria, normalizadora, etc. (¿producto de la llamada revolución del 68?) ha llevado a una confluencia sorprendente entre la derecha neoliberal y algunos sectores de la izquierda: ambos piensan que la cultura académica es despreciable, por ser ineficiente, inútil y elitista. Según esta concepción, antes del Estado de Bienestar los servicios públicos y la salud sólo eran disfrutados por la élite, entonces pedir que los trabajadores y las mujeres y los campesinos tengan derecho a estos servicios ¡sería una posición elitista! De hecho, nuestra educación superior era elitista en 1971, pues sólo había unos 70 mil estudiantes universitarios. Según eso, los estudiantes que pedían que más gente ingresara en ella ¡eran unos elitistas!

Pero, más allá, la lucha por los derechos es una bandera que los movimientos antisistémicos heredaron de la burguesía. Según Marx, la burguesía deja de ser revolucionaria a partir de 1848. De ahí en adelante, todas las reivindicaciones que vienen desde la revolución francesa pasan a ser reivindicaciones de los movimientos antisistémicos, entre ellas, la democracia (el sufragio, el parlamento, la libertad de expresión y la libertad política), los derechos sociales y, desde luego, la educación nacional (criollización de la cultura universal, universalización de la cultura nacional).

¿Cuáles son los movimientos antisistémicos? Según Arrighi, Hopkins y Wallerstein (1999), son el Nacionalismo (anticolonial) y el Socialismo (anticapitalista). Pero ahora, incluso, tenemos que hacernos cargo de la democracia y del Estado de bienestar. Todas las reivindicaciones que dejó truncas la revolución francesa siguen siendo banderas de los movimientos antisistémicos. Entre ellos la educación.

Que estemos ante una crisis sistémica del capitalismo, no es equivalente a una crisis civilizatoria, si entendemos por civilización todo el acumulado de tradición alfabética occidental. La democracia y los derechos no se tienen que hundir con el capitalismo; al contrario, es posible que tengamos que volvernos contra el capitalismo para salvaguardar los derechos. 

 

Referencias 

Arrighi, G., Hopkins, T. y Wallerstein, I. (1999). Movimientos antisistémicos. Madrid, Akal.

Biernatzki, W. E. (Editor) (1996). Communication Research Trends. Vol. 10, nº 3. Saint Louis: Saint Louis University.

Calvet, Louis-Jean (2007). Historia de la escritura. De Mesopotamia hasta nuestros días. Barcelona: Paidós.

Crystal, David (1997). The Cambridge Encyclopedia of Language. New York: Cambridge University Press, 2nd Edition.

Drucker, Johanna (1999). The Alphabetic Labyrinth. The Letters in History and Imagination. New York: Thames and Hudson.

Gordon Childe, Ver (1972). Introducción a la Arqueología. Barcelona, Ariel.

Gramsci, Antonio (1986). La formación de los intelectuales. México: Grijalbo.

Huntington, S. (2001). El choque de civilizaciones. Barcelona: Paidós, 2001.

Kristiansen, Kristian (2001). Europa antes de la Historia. Barcelona: Península.

Levi-Strauss, Claude (2013). “La puesta de sol. Entrevista con Boris Wiseman”. New Left Review, 79 (77-90), Mar abr.

Misas, Gabriel (2019). Regímenes de acumulación y modos de regulación. Colombia 1910-2010. Bogotá, Universidad Nacional.

Narváez, A. (2025). Adiestramiento, adoctrinamiento y conocimiento. Educomunicación, transmisión cultural y escuela. Bogotá, UPN, Inédito.

Restrepo, Gabriel (1993). “Elementos teóricos para una historia social de la ciencia en Colombia”. En: Varios. Historia social de la ciencia en Colombia. Tomo I. Fundamentos teórico-metodológicos. Bogotá: Colciencias, pp.87-123.

Robinson, Andrew (2003). The Story of Writing. Alphabets, Hieroglyphs & Pictograms. New York: Thames and Hudson.

Said, Edward (2008/). Orientalismo. Barcelona, Debolsillo.   

Tagliavini, Carlo (1993). Los orígenes de las lenguas neolatinas. México: fce.

Toynbee, Arnold J. (1995). Estudio de la Historia. Barcelona: Altaya. 3 Vol.

Wallerstein, Immanuel (1979). El moderno sistema mundial (I). La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid: Siglo XXI.

Wallerstein, Immanuel (2014). El moderno sistema mundial (IV). El liberalismo centrista triunfante, 1789-1914. Madrid: Siglo XXI.

Zukerfeld, M. (2017). Knowledge in the Age of Digital Capitalism: An Introduction to Cognitive Materialism. University of Westminster Press. En línea en: www.uwestminsterpress.co.uk. Translated from Spanish by Suzanna Wylie.



[1]  “Sólo se puede narrar verdaderamente el pasado como es, no como era. Ya que rememorar el pasado es un acto social del presente hecho por hombres del presente y que afecta al sistema social del presente” (p.15). Wallerstein, Immanuel. El moderno sistema mundial (I). La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Madrid: Siglo XXI, 1979. 

[4] I Congreso de Aprendizaje Experiencial: Convocatoria de buenas prácticas e inscripciones. “Aprendizaje Experiencialun espacio académico e innovador diseñado para compartir conocimientos, experiencias y buenas prácticas sobre metodologías activas de enseñanza y su impacto en el desarrollo de competencias en la educación superior. https://www.google.com/search?q=I+Congreso+de+Aprendizaje+Experiencial&rlz=1C1SQJL_esCO1169CO1169&oq=I+Congreso+de+Aprendizaje+Experiencial&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUyBggAEEUYOTIHCAEQABjvBTIHCAIQABjvBTIHCAMQABjvBTIHCAQQABjvBTIKCAUQABiABBiiBNIBCjEzMzUwajBqMTWoAgiwAgHxBWL7HQ865yp18QVi-x0POucqdQ&sourceid=chrome&ie=UTF-8

[5] Ver también The State of Education in Latin America and the Caribbean: Learning Assessments. Banco Interamericano de Desarrollo, centrado en Evaluación del aprendizaje. 

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