Las fases
Con el riesgo de caer en generalización, el balance académico del Seminario La IA en Educación: el ChatGPT a dos años después de su lanzamiento, nos muestra, grosso modo, algunos puntos claves de lo que está pasando en el mundo escolar universitario con la asunción del chatbot. También, y en términos de saldo, este capítulo del Seminario nos abre una primera panorámica de un tecnocapitalismo intensivo y de una narrativa extendida de ideología tecnosolucionista a los problemas y necesidades de la contemporaneidad.
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Arca de Noé, Elon Musk |
En orden a justificar las anteriores
afirmaciones, aventuremos la propuesta de una suerte de fases o procesos de
incorporación de los instrumentos o las tecnologías emergentes en distintos
ámbitos sociales (en particular nos ocupamos en la dimensión educativa): 1.-
impacto (¿shock?); 2.- progresiva asimilación; 3.- integración
y 4.- normalización.
Desde la caracterización de las dos
primeras fases, se colige que las subsiguientes —integración y normalización—
se van a dar como procesos de mediana y larga duración (en algunas dinámicas ya
se han iniciado). Con estas tecnologías ocurrirá como con otras: la imprenta y
sus productos, por ejemplo, se incorporaron en la práctica habitual de la
mayoría de los seres humanos, hasta el punto de considerarlos como entorno
ordinario y familiar de los distintos quehaceres en sociedad.
Observemos algunos detalles de las dos
primeras fases, que son las que transcurren hoy por hoy: la fase de impacto (como
dijimos en el primer capítulo del seminario en 2023-1) estuvo caracterizada por
el boom de lanzamiento del ChatGPT y su cubrimiento mediático. Los medios de
comunicación, en todos los rincones del planeta, registraron la noticia en
términos sensacionalistas y se enfocaron en efectos negativos en lo que
respecta al ámbito educativo; insistieron —hasta la saciedad— en el desempleo
que esta IA produciría y en la sofisticación del plagio en las tareas escolares
por parte de los estudiantes. En la fase siguiente —asimilación— se ha
propiciado un uso creciente de los chatbots, así como reflexiones más o menos
sistemáticas en todo el mundo (academia, centros de pensamiento e
investigación, otros ámbitos sociales, etc.) sobre lo que es y lo que implica, en
procesos de enseñanza/aprendizaje, el ChatGPT y otras IAs que han ido
emergiendo en estos treinta meses desde el lanzamiento del ChatGPT4.
En paralelo, el número de usuarios ha pasado de 100 millones a casi mil millones en 24 meses aproximadamente. En todos los niveles escolares se ha venido usando de maneras muy heterogéneas, desde lo más simple hasta lo más elaborado (promovido desde la experticia que se ha ido alcanzando en cursos impartidos para la formulación de prompts y elaboración de textos e imágenes sencillos y complejos).
Las conferencias
Las siete (7) conferencias del
Seminario en este 2025-1 están en el marco de transición de la fase de
asimilación a la de integración. Las conferencias de Guillermo Bustamante (IA
autor no educador), de Carlos López (Mediaciones culturales o simulacros),
de Carlos Merchán (Ética e innovación) y de lo(a)s panelistas —María
Clara Garavito, Juana Bastidas, Germán Bula y Germán Vargas— (IA: amigo,
enemigo, destino) expusieron argumentos que recogen el encuentro de
experiencias de aula con horizontes más teoréticos que apuntan a la comprensión
y a la crítica.
En IA autor no educador se
resalta la diferencia entre una educación con instrumentos técnicos (por
ejemplo, los Chats) y una consideración de la técnica como universo total de la
educación y la formación. Es claro que el horizonte comprensivo destaca la
diferencia entre tecnología educativa y tecnología para la educación, al
respecto Guillermo Bustamante nos dice en su conferencia:
«Sin la
técnica, el hombre no existiría, ni habría existido nunca», decía José Ortega
& Gasset. Pertenecemos a alguna formación social específica que funciona
con instrumentos, muchos de los cuales están diseñados exprofeso para el
encuentro educativo. Ahora bien, ¿hasta qué punto ellos determinan la
educación? Es diferente disponer 1.- de una superficie de arena y de una rama
para trazar; o 2.- de un tablero digital. No obstante, en ambos casos puede
haber o no formación; ésta no depende de un u otra de estas herramientas. O sea
que la diferencia es sustancial, pero no desde la perspectiva formativa. La
primera era una de las opciones de Sócrates en el Menón, quizá la mejor
en el momento preciso en que tiene que hacer una demostración; igualmente, la
segunda es una de las opciones para nosotros hoy, quizá la mejor. Con todo, que
el esclavo de Menón aprenda, o que nuestros estudiantes aprendan, no depende de
la herramienta. La formación es más compleja, pues involucra la relación con el
saber de quien pretende enseñar y de quien pretendemos que aprenda, así como la
relación entre ambos.
Hoy podemos
enseñar sin Internet, por supuesto, pero nos estaríamos privando de un recurso
que aquel a quien nos dirigimos también conoce y, por razones de su inscripción
social, lo tiene incorporado a sus prácticas, de manera que, con toda razón,
sentiría que se le está restringiendo algo propio […]. Además, la información
necesaria y el acceso a ella está facilitado por dicha herramienta, lo que
haría “anacrónico” el trabajo […]. Así, estaríamos “demorando” el acceso y
disminuyendo la información posible, sí, pero únicamente de la puesta en escena
de algo que consideramos necesario comunicar, mostrar, encontrar, etc., es
decir, de algo atinente a la información, no al “hacer aprender algo” o, mejor,
al hacer aprender a aprender. ‘Informar’ y ‘formar’ son asuntos
relacionados y, por eso mismo, distintos. Como no hay relación necesaria entre
la disponibilidad de las herramientas y la formación, puedo disponer de ellas y
no formar o no disponer de ellas y formar. Y esto no se zanja recomendando “el
mejor escenario” (disponer de ellas y formar), pues no se trata de voluntades
sino de relaciones efectivamente existentes con el saber y con el otro; algo
que no se puede prometer o simular” (Observatorio
Pedagógico de Medios: IA: autor - no formador).
Para Bustamante, educación como
formación es una demanda del sujeto que se puede dar o no pero que, en todo
caso, exige a los actores una relación con el mundo, consigo mismos y con los
demás.
Está interpelación en y de la
formación es el punto de mira del profesor Carlos Hernán López, quien en su
conferencia: IA en educación: ¿nueva mediación cultural, simulacro de
conocimiento o crisis del diálogo? exhibe no los dilemas con las
tecnologías (tecnofilias, tecnofobias), sino las apropiaciones que los actores
de la vida social establecen con ellas. En particular en la educación y el
conocimiento se destacan dos posiciones recurrentes: las mediaciones socioculturales
y el simulacro o instrucción a nombre de la formación. En efecto, recogiendo
los aportes de Martín Serrano (1987, 2005), de Jesús Martín Barbero (1987), de
Jean Baudrillard (1983) entre otros, el profesor López convoca a hacer
fructífera la cultura de IA mediante una técnica como el chatbot que sea una
mediación cultural, que se integre en el diálogo y el debate más amplio de la
construcción del conocimiento y, sobre todo, del develamiento del sentido (de
la educación, la cultura, la vida, la pedagogía). Desde esta perspectiva, las
tecnologías van más allá de ser instrumentos soberanos, las tecnologías se
insertan en los contextos culturales y en las dinámicas de acción de sujetos
actores.
Ahora bien, el sujeto actor es un
sujeto ético y un sujeto político, no es un sistema técnico, por muy experto
que sea. Desde este punto de vista, el profesor Carlos Merchán nos habla de Usos
pedagógicos en el marco ético de la IA y la innovación. Merchán asume que
estamos inmersos en cambios de paradigmas: material/digital; conciencia
arraigada/conciencia como código, modernidad/postmodernidad. Aunque los cambios
sean fácticos, es la acción ética y la acción política la que nos impele a
relacionarnos con la IA para potenciar lo humano y lo cognitivo, no para
desplazar al hombre. Citando la famosa frase de Jacques Derrida (1973): decir
que no, Merchán expone una IA que por delegación de la voluntad humana
consciente, se ocupará de algunos procesos y problemas pero que, ni por
fantasía, debe o tiene que sustituir al ser humano.
Este decir que no derridiano
nos incita a comentar el panel de Juana Bastidas, María Clara Garavito, Germán
Bula y Germán Vargas, que titularon su panel: IA en el aula: amigo, enemigo,
destino. El debate tuvo que ver más con los discursos de la tecnología que
con la tecnología misma. Para decirlo con Lucien Sfez (2005): «En vez de ser
objeto de discurso, la técnica se vuelve discurso del objeto. ¿No nos propone
acaso Bruno Latour un “parlamento de las cosas”?».
Como es comprensible, los distintos
puntos de vista se refieran a discursos de la técnica, pero en el panel no se
cayó en antípodas —tan famosas y simplonas— como las de tecnofilia vs.
tecnofobia. Los matices se hicieron presentes y se relataron experiencias
concretas de usos virtuosos de IA ChatGPT en trabajos escolares (Germán Vargas),
pero también se trajeron a colación hiperbolizaciones de los desempeños del
chatbot (Germán Bula). En general, los panelistas se pronunciaron a favor de un
discurso crítico, que señala límites y posibilidades para la IA en el aula: el
modelo de lenguaje puede ser amigo y/o enemigo, pero nunca destino, en el
sentido de reemplazo de lo humano y su voluntad.
Juana Bastidas se refiere al mito griego de Talos para representarnos nuestra relación con los autómatas como las IAs. Apolonio de Rodas (1996), en Argonáuticas, relata que Talos era un gigante creado por Hefesto, que custodiaba la isla de Creta para evitar merodeadores e invasores. Era de bronce y podía convertirse en una enorme e incandescente presencia de fuego que, abrazando a los advenedizos, los mataba. Con todo, poseía una debilidad: una larga vena en todo el cuerpo que remataba en el talón y estaba allí, en la parte baja, obturada por un tapón. Según el mito, Medea la hechicera embriagó a Talos y éste, en dicho estado, se arrancó el tapón y el ichor (sangre de los dioses) se derramó, destruyendo al colosal autómata.
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Talos en vaso griego |
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Talos y la huida de los Argonautas (película) |
El mito es bello y poderosamente
ilustrativo de la técnica en sus límites. A dos años del ChatGpt, por
experiencia directa de los usuarios sabemos que esa herramienta tiene
limitaciones. Es un chat verborroico, que responde muchas veces con
inexactitudes, incluso gigantescas, es condescendiente con el consultor, es un
chat algorítmico. Decir todo esto de esta inteligencia artificial significa
quitarle el tapón a Talos para revelar sus muchas debilidades. No obstante, no
es cualquier algoritmo, como lo manifestaron los profesores Bula y Garavito: es
un modelo de lenguaje generativo que elabora textos de manera coherente
y que procesa una suerte de aprendizaje metacomunicativo con analogía al
funcionamiento de la conciencia humana. Esto para indicar que sus limitaciones
son ya evidentes —a lo Talos—, pero también sus potencialidades.
En el Seminario, tres conferencias abordaron
aspectos macro: sociológicos, políticos, filosóficos e ideológicos, sin ignorar
las problemáticas de IA en el aula y en las prácticas pedagógicas. Enfocaron grandes
cuestiones como la forma de la escritura o sus metamorfosis en el campo
digital, los ciclos de acumulación entre el largo siglo XIX y el corto siglo XX.
Una última conferencia de este ciclo 2025-1, abordó la ciencia ficción
capitalista, entendida como el relato ideológico de los tecnocapitalistas de
Silicon Valley, que han apropiado —en buena medida— a la ciencia ficción para
justificar/promocionar/estetizar/erotizar tanto su poder y su proceso de
ganancias como el de los desarrollos/innovaciones tecnológicos logrados por sus
empresas.
En este “bloque”, la conferencia del profesor Germán Carvajal, La IA y el saber absoluto, se apoyó en el filósofo alemán Jorge Guillermo Federico Hegel. Abordó la pretensión de la IA de convertirse en el saber absoluto, como enciclopedia universal digital. Esa apuesta por ligar de modo compacto y al unísono el saber con el saber como se sabe, daría la impresión de que puede lograrse con los desarrollos de los chatbots contemporáneos. Para Carvajal, una cosa es parecer que se alcanza y otra cosa lograr la meta. Desde luego, no existe ninguna formación sin instrumentos, pero precisamente debido a esto se da como ineludible la dicotomía entre instrumentalidad y saber, en donde la instrumentalización puede conducir a una “esqueletización”, a una esclerosis de la conciencia, del conocimiento, del pensamiento. “Hacer esqueleto” es un disecar el pensamiento. En la imprenta y en la IA se genera un proceso exorbitante de proliferación de la escritura; ambas máquinas de proliferación se diferencian: la primera es de “aldeas globales”; la segunda de inconmensurables y galácticas escalas llamadas big data. Según la dialéctica hegeliana, la síntesis como espíritu absoluto es pretermitida y el espíritu absoluto no alcanza la conjunción entre saber y conciencia del saber; el instrumento diseca el saber, diseca el pensamiento. Ya Derrida (1998) afirmaba que, en la escritura, el pensamiento pierde su agilidad; en la escritura digital, el pensamiento deja de existir y es reemplazado por cúmulos de información que tienen que ser recortados, jerarquizados y organizados desde fuera (ingenieros, analistas simbólicos) para otorgarles sentido.
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Jorge Guillermo Federico Hegel, el saber absoluto |
Entonces, ese disecamiento es de
envergadura histórica que tiene, en la actual disrupción tecnológica, una
cédula de identidad economicista y dominantemente capitalista. La informática
es la consolidación de un proceso enorme de abreviación dataístico que tiene en
la IA y el código binario el logro más representativo. El pensamiento se ha
disecado en estadísticas que fungen instrumentalmente y se validan (cuando lo
hacen) por la eficacia que promocionan.
Por lo anterior, Ancízar Narváez
(Boletín OPM), en su intervención Todo trabajo es digital, se vuelca a
la historia económica y, en específico, a los ciclos de acumulación capitalista
(1999). Señala que la periodización tiene distintos agenciamientos y se hace
desde distintos lugares de enunciación. Se puede hacer una historia de la
humanidad desde las distintas olas o eras tecnológicas, pero también podemos
hacer esa historia desde las relaciones de producción o —lo que es lo mismo—
desde la clase dominante de la respectiva época. Así las cosas, nos dice
Narváez:
“La diferencia de enfoque sobre las
características de la época, del momento histórico, consiste en que la
historiografía burguesa acostumbra a periodizar la historia con base en las
técnicas predominantes, mientras que la historiografía marxista se basa, para
periodizar, en la clase dominante de la época.
[…] todos
recordamos cómo en la escuela nos enseñaban que la historia se desarrolla de la
Edad de piedra a la Era atómica, pasando por la Edad de los metales, del
hierro, etc. Después viene la historia crítica, llamada materialismo histórico,
y nos enseña que la historia tiene una teleología que va de las sociedades
basadas en la comunidad primitiva a las sociedades llamadas socialistas,
pasando por el feudalismo y el esclavismo en Europa y por el despotismo en las
sociedades asiáticas.
Es decir,
la periodización de la historia se basa, en el primer caso, en las fuerzas
productivas de la época mientras que en el segundo caso se basa en las
relaciones de producción. Las primeras en la técnica predominante, las
segundas, en la clase dominante.
El relato
liberal hegemónico indica que las tecnologías benefician a toda la sociedad
porque facilitan la vida de todos, alivianan el trabajo físico, aceleran el
tiempo de realización de las tareas, nos relevan de las tareas rutinarias, etc.
El relato del materialismo histórico, en cambio, sostiene que todas las mejoras
tecnológicas en el capitalismo benefician siempre a la clase dominante, puesto
que lo que hacen es reducir el trabajo necesario y aumentar el trabajo
excedente; por tanto, aumentar el ejército industrial de reserva y, por tanto,
la redistribución del excedente entre capital y trabajo en favor del primero.
La lectura de época que Ancízar
Narváez expone, no se detiene en la exaltación de la IA (obvio, él no
menosprecia estos avances tecnológicos); más bien, considera que en la
actualidad el modo de producción capitalista ha ampliado su dominio: ya no es
suficiente apropiar los medios de producción, sino que ahora —y de manera
integral e intensa— apropia también la fuerza de trabajo en sus potencialidades
físicas y de lenguaje/lingüísticas. Esta
apropiación de competencias humanas es apropiación de trabajo, y todo trabajo
comporta la indistinción entre lo físico y lo cognitivo, por ello, todo trabajo
es digital, dice el conferencista.
En consecuencia, estamos en una
fase de explotación y expropiación de capacidades humanas de una intensidad
arrolladora. La IA es una tecnología que vampiriza nuestro trabajo y se
potencia cada vez más, cuando es usado por nosotros. Toda consulta entrena y,
por ello, alimenta de uno u otro modo la producción algorítmica.
Al cierre
En su intervención, el Profesor Luis Fernando Marín Ardila exploró cómo los empresarios tecnológicos y las personas más ricas del planeta tienen un discurso sobre sus empresas (starups) y sobre las innovaciones que en ellas se producen. Más que un discurso —dice Marín Ardila—, es un imaginario. Es una cosmovisión que, más que integrar a la humanitas, se separa de ella y se recoge en términos de una estructura de sentimiento (Jameson, 2009) de un puñado de CEOs y ultrarricos, conocidos hoy en día como “milmillonarios”, “tecno-oligarcas”, “tecnofeudales”. Estos grandes acumuladores de fortuna, en la fase estadounidense de acumulación capitalista (Ancízar Narváez), cómo no, han construido una narrativa de orden ideológico y, por ende, simultáneamente encubridora, justificadora y absolvedora de su poder, sus decisiones, sus arbitrariedades.
El dispositivo discursivo de
carácter ideológico consiste, grosso modo, en hablar de la conquista del
espacio y de otros planetas como un imperativo de la humanidad en la
contemporaneidad. La enorme acumulación de capital de estos plutócratas y su
poder o disposición tecnológica son los alfiles para lograr esto. Como lo
describe y evalúa Rushkoff (2023) la humanidad de la que ellos hablan realmente
no somos todos los terrícolas, sino un puñado de magnates que puedan pagarse
una supuesta y factible vida extraterrestre. La tierra colapsará —o ya colapsó—
para estas mentes siliconianas, los eventos catastróficos están en curso y la
estrategia de salida consiste en la conquista del espacio, en el escapismo,
dejando atrás una Tierra desolada por el calentamiento global, las epidemias,
las guerras y la pobreza generalizada. Este apocalipsis, causado en buena
medida por ellos (Musk, Bezos, Zuckerberg, Altman, Branson, Gates, Thiels, etc.),
producirá el fin de la especie humana y ellos, gracias a las tecnologías de
lentificar el envejecimiento (y, por qué no, de alcanzar el delirio de la
inmortalidad) y sus naves espaciales serán los pioneros de un posthumanismo
galáctico, sideral.
El orden del discurso de esta
“ideología californiana” está fundamentado en la ciencia ficción. Marín Ardila,
hace pie en el escritor argentino Michel Nieva (2025), autor de un brillante
libro titulado Ciencia ficción capitalista. Hablar de la conquista, ya
no de más poder económico y más poder de disposición tecnológica de este
neoempresariado digital, sino de su poder extendido en orden a la captura hegemónica
de la imaginación, utilizando la larga y sugestiva historia de la ciencia
ficción. En efecto, Marín Ardila menciona cómo estos personajes han manifestado,
en muchas y variadas ocasiones, ser lectores de ciencia ficción: desde Jules
Verne, pasando por Isaac Asimov, hasta Neal Stephenson. La ciencia ficción no es un toque de cultura o
de erudición que estos empresarios quieran exhibir. Consciente o inconscientemente,
la ciencia ficción es el mediador seductor para capturar la imaginación de los habitantes
del mundo que, en grado sumo, están pendientes de estos magnates como héroes, mesías,
modelos de poder y éxito; estos magnates que son exaltados por sus reales o
inventados méritos.
Los californianos megarricos, todos
ellos consideran que la IA será la tecnología estratégica en sus empresas y sus
desarrollos tecnológicos, el abracadabra para advenir a la vida extraterrestre
de la humanidad (de un puñado de plutócratas, ya lo sabemos). Porque, como
dijera la tradición marxista más contemporánea: es más fácil imaginar el fin
del mundo que imaginar el fin del capitalismo (Fisher, M., 2009). Silicon
Valley pretende capturar, no sólo los medios de producción, la fuerza de
trabajo viva y creativa, sino también capturar y encerrar según sus códigos
(sus algoritmos) nuestra imaginación, nuestro impulso utópico.
REFERENCIAS
Apolonio
de Rodas. Argonáuticas. Edit. Gredos.
Arrighi,
Giovanni (1999). El largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de
nuestra época. Edit. Akal.
Baudrillard,
Jean (1987). Simulacros y simulaciones. Edit. S. XXI.
Bustamante,
Guillermo. “Inteligencia artificial, autor, no educador”. Boletín OPM, febrero
de 2025.
Derrida,
Jacques (1973). La escritura y la diferencia. Edit. S. XXI.
Derrida,
Jacques (1998). Pensar es decir no. Edit. Herder.
Fisher,
Mark (2009). Realismo capitalista. Edit. Caja Negra.
Jameson,
Fredric (2009), Arqueologías del futuro. Edit. Akal.
Martín
Barbero, Jesús (1987). De los Medios a las mediaciones. Edit. Gustavo
Gili.
Narváez,
Ancízar. “El cortísimo siglo XX (1945-2025)”, Boletín OPM, mayo 2025.
Nieva,
Michel (2025). Ciencia ficción capitalista. Edit. Anagrama.
Rushkoff,
Douglas (2023). La supervivencia de los más ricos. Edit. Capitán Swing.
Serrano,
Martín (1998). Matriz cultural y cambio social. Edit. S. XXI.
Serrano,
Martín (2007). Matrices culturales y modernidad. Edit. UNAM.
Sfez,
Lucien (2005). Tecnología e ideología, un juego de poder. Edit. S. XXI.
Gracias por este panorama. Un esfuerzo valorado.
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