lunes, 11 de agosto de 2025

Reflexiones y polémicas sobre la inteligencia artificial en la educación, a dos años del lanzamiento del chatGPT


Las fases


Con el riesgo de caer en generalización, el balance académico del Seminario La IA en Educación: el ChatGPT a dos años después de su lanzamiento, nos muestra, grosso modo, algunos puntos claves de lo que está pasando en el mundo escolar universitario con la asunción del chatbot. También, y en términos de saldo, este capítulo del Seminario nos abre una primera panorámica de un tecnocapitalismo intensivo y de una narrativa extendida de ideología tecnosolucionista a los problemas y necesidades de la contemporaneidad.

Arca de Noé, Elon Musk

En orden a justificar las anteriores afirmaciones, aventuremos la propuesta de una suerte de fases o procesos de incorporación de los instrumentos o las tecnologías emergentes en distintos ámbitos sociales (en particular nos ocupamos en la dimensión educativa): 1.- impacto (¿shock?); 2.- progresiva asimilación; 3.- integración y 4.- normalización.

Desde la caracterización de las dos primeras fases, se colige que las subsiguientes —integración y normalización— se van a dar como procesos de mediana y larga duración (en algunas dinámicas ya se han iniciado). Con estas tecnologías ocurrirá como con otras: la imprenta y sus productos, por ejemplo, se incorporaron en la práctica habitual de la mayoría de los seres humanos, hasta el punto de considerarlos como entorno ordinario y familiar de los distintos quehaceres en sociedad. 

Observemos algunos detalles de las dos primeras fases, que son las que transcurren hoy por hoy: la fase de impacto (como dijimos en el primer capítulo del seminario en 2023-1) estuvo caracterizada por el boom de lanzamiento del ChatGPT y su cubrimiento mediático. Los medios de comunicación, en todos los rincones del planeta, registraron la noticia en términos sensacionalistas y se enfocaron en efectos negativos en lo que respecta al ámbito educativo; insistieron —hasta la saciedad— en el desempleo que esta IA produciría y en la sofisticación del plagio en las tareas escolares por parte de los estudiantes. En la fase siguiente —asimilación— se ha propiciado un uso creciente de los chatbots, así como reflexiones más o menos sistemáticas en todo el mundo (academia, centros de pensamiento e investigación, otros ámbitos sociales, etc.) sobre lo que es y lo que implica, en procesos de enseñanza/aprendizaje, el ChatGPT y otras IAs que han ido emergiendo en estos treinta meses desde el lanzamiento del ChatGPT4.

En paralelo, el número de usuarios ha pasado de 100 millones a casi mil millones en 24 meses aproximadamente.  En todos los niveles escolares se ha venido usando de maneras muy heterogéneas, desde lo más simple hasta lo más elaborado (promovido desde la experticia que se ha ido alcanzando en cursos impartidos para la formulación de prompts y elaboración de textos e imágenes sencillos y complejos).

Las conferencias

Las siete (7) conferencias del Seminario en este 2025-1 están en el marco de transición de la fase de asimilación a la de integración. Las conferencias de Guillermo Bustamante (IA autor no educador), de Carlos López (Mediaciones culturales o simulacros), de Carlos Merchán (Ética e innovación) y de lo(a)s panelistas —María Clara Garavito, Juana Bastidas, Germán Bula y Germán Vargas— (IA: amigo, enemigo, destino) expusieron argumentos que recogen el encuentro de experiencias de aula con horizontes más teoréticos que apuntan a la comprensión y a la crítica.

En IA autor no educador se resalta la diferencia entre una educación con instrumentos técnicos (por ejemplo, los Chats) y una consideración de la técnica como universo total de la educación y la formación. Es claro que el horizonte comprensivo destaca la diferencia entre tecnología educativa y tecnología para la educación, al respecto Guillermo Bustamante nos dice en su conferencia:

«Sin la técnica, el hombre no existiría, ni habría existido nunca», decía José Ortega & Gasset. Pertenecemos a alguna formación social específica que funciona con instrumentos, muchos de los cuales están diseñados exprofeso para el encuentro educativo. Ahora bien, ¿hasta qué punto ellos determinan la educación? Es diferente disponer 1.- de una superficie de arena y de una rama para trazar; o 2.- de un tablero digital. No obstante, en ambos casos puede haber o no formación; ésta no depende de un u otra de estas herramientas. O sea que la diferencia es sustancial, pero no desde la perspectiva formativa. La primera era una de las opciones de Sócrates en el Menón, quizá la mejor en el momento preciso en que tiene que hacer una demostración; igualmente, la segunda es una de las opciones para nosotros hoy, quizá la mejor. Con todo, que el esclavo de Menón aprenda, o que nuestros estudiantes aprendan, no depende de la herramienta. La formación es más compleja, pues involucra la relación con el saber de quien pretende enseñar y de quien pretendemos que aprenda, así como la relación entre ambos.

Hoy podemos enseñar sin Internet, por supuesto, pero nos estaríamos privando de un recurso que aquel a quien nos dirigimos también conoce y, por razones de su inscripción social, lo tiene incorporado a sus prácticas, de manera que, con toda razón, sentiría que se le está restringiendo algo propio […]. Además, la información necesaria y el acceso a ella está facilitado por dicha herramienta, lo que haría “anacrónico” el trabajo […]. Así, estaríamos “demorando” el acceso y disminuyendo la información posible, sí, pero únicamente de la puesta en escena de algo que consideramos necesario comunicar, mostrar, encontrar, etc., es decir, de algo atinente a la información, no al “hacer aprender algo” o, mejor, al hacer aprender a aprender. ‘Informar’ y ‘formar’ son asuntos relacionados y, por eso mismo, distintos. Como no hay relación necesaria entre la disponibilidad de las herramientas y la formación, puedo disponer de ellas y no formar o no disponer de ellas y formar. Y esto no se zanja recomendando “el mejor escenario” (disponer de ellas y formar), pues no se trata de voluntades sino de relaciones efectivamente existentes con el saber y con el otro; algo que no se puede prometer o simular” (Observatorio Pedagógico de Medios: IA: autor - no formador).

Para Bustamante, educación como formación es una demanda del sujeto que se puede dar o no pero que, en todo caso, exige a los actores una relación con el mundo, consigo mismos y con los demás.

Está interpelación en y de la formación es el punto de mira del profesor Carlos Hernán López, quien en su conferencia: IA en educación: ¿nueva mediación cultural, simulacro de conocimiento o crisis del diálogo? exhibe no los dilemas con las tecnologías (tecnofilias, tecnofobias), sino las apropiaciones que los actores de la vida social establecen con ellas. En particular en la educación y el conocimiento se destacan dos posiciones recurrentes: las mediaciones socioculturales y el simulacro o instrucción a nombre de la formación. En efecto, recogiendo los aportes de Martín Serrano (1987, 2005), de Jesús Martín Barbero (1987), de Jean Baudrillard (1983) entre otros, el profesor López convoca a hacer fructífera la cultura de IA mediante una técnica como el chatbot que sea una mediación cultural, que se integre en el diálogo y el debate más amplio de la construcción del conocimiento y, sobre todo, del develamiento del sentido (de la educación, la cultura, la vida, la pedagogía). Desde esta perspectiva, las tecnologías van más allá de ser instrumentos soberanos, las tecnologías se insertan en los contextos culturales y en las dinámicas de acción de sujetos actores.

Ahora bien, el sujeto actor es un sujeto ético y un sujeto político, no es un sistema técnico, por muy experto que sea. Desde este punto de vista, el profesor Carlos Merchán nos habla de Usos pedagógicos en el marco ético de la IA y la innovación. Merchán asume que estamos inmersos en cambios de paradigmas: material/digital; conciencia arraigada/conciencia como código, modernidad/postmodernidad. Aunque los cambios sean fácticos, es la acción ética y la acción política la que nos impele a relacionarnos con la IA para potenciar lo humano y lo cognitivo, no para desplazar al hombre. Citando la famosa frase de Jacques Derrida (1973): decir que no, Merchán expone una IA que por delegación de la voluntad humana consciente, se ocupará de algunos procesos y problemas pero que, ni por fantasía, debe o tiene que sustituir al ser humano.  

Este decir que no derridiano nos incita a comentar el panel de Juana Bastidas, María Clara Garavito, Germán Bula y Germán Vargas, que titularon su panel: IA en el aula: amigo, enemigo, destino. El debate tuvo que ver más con los discursos de la tecnología que con la tecnología misma. Para decirlo con Lucien Sfez (2005): «En vez de ser objeto de discurso, la técnica se vuelve discurso del objeto. ¿No nos propone acaso Bruno Latour un “parlamento de las cosas”?».

Como es comprensible, los distintos puntos de vista se refieran a discursos de la técnica, pero en el panel no se cayó en antípodas —tan famosas y simplonas— como las de tecnofilia vs. tecnofobia. Los matices se hicieron presentes y se relataron experiencias concretas de usos virtuosos de IA ChatGPT en trabajos escolares (Germán Vargas), pero también se trajeron a colación hiperbolizaciones de los desempeños del chatbot (Germán Bula). En general, los panelistas se pronunciaron a favor de un discurso crítico, que señala límites y posibilidades para la IA en el aula: el modelo de lenguaje puede ser amigo y/o enemigo, pero nunca destino, en el sentido de reemplazo de lo humano y su voluntad.

Juana Bastidas se refiere al mito griego de Talos para representarnos nuestra relación con los autómatas como las IAs. Apolonio de Rodas (1996), en Argonáuticas, relata que Talos era un gigante creado por Hefesto, que custodiaba la isla de Creta para evitar merodeadores e invasores. Era de bronce y podía convertirse en una enorme e incandescente presencia de fuego que, abrazando a los advenedizos, los mataba. Con todo, poseía una debilidad: una larga vena en todo el cuerpo que remataba en el talón y estaba allí, en la parte baja, obturada por un tapón. Según el mito, Medea la hechicera embriagó a Talos y éste, en dicho estado, se arrancó el tapón y el ichor (sangre de los dioses) se derramó, destruyendo al colosal autómata.

Talos en vaso griego

Talos y la huida de los Argonautas (película)

El mito es bello y poderosamente ilustrativo de la técnica en sus límites. A dos años del ChatGpt, por experiencia directa de los usuarios sabemos que esa herramienta tiene limitaciones. Es un chat verborroico, que responde muchas veces con inexactitudes, incluso gigantescas, es condescendiente con el consultor, es un chat algorítmico. Decir todo esto de esta inteligencia artificial significa quitarle el tapón a Talos para revelar sus muchas debilidades. No obstante, no es cualquier algoritmo, como lo manifestaron los profesores Bula y Garavito: es un modelo de lenguaje generativo que elabora textos de manera coherente y que procesa una suerte de aprendizaje metacomunicativo con analogía al funcionamiento de la conciencia humana. Esto para indicar que sus limitaciones son ya evidentes —a lo Talos—, pero también sus potencialidades.

En el Seminario, tres conferencias abordaron aspectos macro: sociológicos, políticos, filosóficos e ideológicos, sin ignorar las problemáticas de IA en el aula y en las prácticas pedagógicas. Enfocaron grandes cuestiones como la forma de la escritura o sus metamorfosis en el campo digital, los ciclos de acumulación entre el largo siglo XIX y el corto siglo XX. Una última conferencia de este ciclo 2025-1, abordó la ciencia ficción capitalista, entendida como el relato ideológico de los tecnocapitalistas de Silicon Valley, que han apropiado —en buena medida— a la ciencia ficción para justificar/promocionar/estetizar/erotizar tanto su poder y su proceso de ganancias como el de los desarrollos/innovaciones tecnológicos logrados por sus empresas.

En este “bloque”, la conferencia del profesor Germán Carvajal, La IA y el saber absoluto, se apoyó en el filósofo alemán Jorge Guillermo Federico Hegel. Abordó la pretensión de la IA de convertirse en el saber absoluto, como enciclopedia universal digital. Esa apuesta por ligar de modo compacto y al unísono el saber con el saber como se sabe, daría la impresión de que puede lograrse con los desarrollos de los chatbots contemporáneos. Para Carvajal, una cosa es parecer que se alcanza y otra cosa lograr la meta. Desde luego, no existe ninguna formación sin instrumentos, pero precisamente debido a esto se da como ineludible la dicotomía entre instrumentalidad y saber, en donde la instrumentalización puede conducir a una “esqueletización”, a una esclerosis de la conciencia, del conocimiento, del pensamiento. “Hacer esqueleto” es un disecar el pensamiento. En la imprenta y en la IA se genera un proceso exorbitante de proliferación de la escritura; ambas máquinas de proliferación se diferencian: la primera es de “aldeas globales”; la segunda de inconmensurables y galácticas escalas llamadas big data. Según la dialéctica hegeliana, la síntesis como espíritu absoluto es pretermitida y el espíritu absoluto no alcanza la conjunción entre saber y conciencia del saber; el instrumento diseca el saber, diseca el pensamiento. Ya Derrida (1998) afirmaba que, en la escritura, el pensamiento pierde su agilidad; en la escritura digital, el pensamiento deja de existir y es reemplazado por cúmulos de información que tienen que ser recortados, jerarquizados y organizados desde fuera (ingenieros, analistas simbólicos) para otorgarles sentido.

Jorge Guillermo Federico Hegel, el saber absoluto

Entonces, ese disecamiento es de envergadura histórica que tiene, en la actual disrupción tecnológica, una cédula de identidad economicista y dominantemente capitalista. La informática es la consolidación de un proceso enorme de abreviación dataístico que tiene en la IA y el código binario el logro más representativo. El pensamiento se ha disecado en estadísticas que fungen instrumentalmente y se validan (cuando lo hacen) por la eficacia que promocionan.

Por lo anterior, Ancízar Narváez (Boletín OPM), en su intervención Todo trabajo es digital, se vuelca a la historia económica y, en específico, a los ciclos de acumulación capitalista (1999). Señala que la periodización tiene distintos agenciamientos y se hace desde distintos lugares de enunciación. Se puede hacer una historia de la humanidad desde las distintas olas o eras tecnológicas, pero también podemos hacer esa historia desde las relaciones de producción o —lo que es lo mismo— desde la clase dominante de la respectiva época. Así las cosas, nos dice Narváez:   

“La diferencia de enfoque sobre las características de la época, del momento histórico, consiste en que la historiografía burguesa acostumbra a periodizar la historia con base en las técnicas predominantes, mientras que la historiografía marxista se basa, para periodizar, en la clase dominante de la época. 

[…] todos recordamos cómo en la escuela nos enseñaban que la historia se desarrolla de la Edad de piedra a la Era atómica, pasando por la Edad de los metales, del hierro, etc. Después viene la historia crítica, llamada materialismo histórico, y nos enseña que la historia tiene una teleología que va de las sociedades basadas en la comunidad primitiva a las sociedades llamadas socialistas, pasando por el feudalismo y el esclavismo en Europa y por el despotismo en las sociedades asiáticas.

Es decir, la periodización de la historia se basa, en el primer caso, en las fuerzas productivas de la época mientras que en el segundo caso se basa en las relaciones de producción. Las primeras en la técnica predominante, las segundas, en la clase dominante.

El relato liberal hegemónico indica que las tecnologías benefician a toda la sociedad porque facilitan la vida de todos, alivianan el trabajo físico, aceleran el tiempo de realización de las tareas, nos relevan de las tareas rutinarias, etc. El relato del materialismo histórico, en cambio, sostiene que todas las mejoras tecnológicas en el capitalismo benefician siempre a la clase dominante, puesto que lo que hacen es reducir el trabajo necesario y aumentar el trabajo excedente; por tanto, aumentar el ejército industrial de reserva y, por tanto, la redistribución del excedente entre capital y trabajo en favor del primero.

La lectura de época que Ancízar Narváez expone, no se detiene en la exaltación de la IA (obvio, él no menosprecia estos avances tecnológicos); más bien, considera que en la actualidad el modo de producción capitalista ha ampliado su dominio: ya no es suficiente apropiar los medios de producción, sino que ahora —y de manera integral e intensa— apropia también la fuerza de trabajo en sus potencialidades físicas y de lenguaje/lingüísticas. Esta apropiación de competencias humanas es apropiación de trabajo, y todo trabajo comporta la indistinción entre lo físico y lo cognitivo, por ello, todo trabajo es digital, dice el conferencista.

En consecuencia, estamos en una fase de explotación y expropiación de capacidades humanas de una intensidad arrolladora. La IA es una tecnología que vampiriza nuestro trabajo y se potencia cada vez más, cuando es usado por nosotros. Toda consulta entrena y, por ello, alimenta de uno u otro modo la producción algorítmica.

Al cierre

En su intervención, el Profesor Luis Fernando Marín Ardila exploró cómo los empresarios tecnológicos y las personas más ricas del planeta tienen un discurso sobre sus empresas (starups) y sobre las innovaciones que en ellas se producen. Más que un discurso —dice Marín Ardila—, es un imaginario. Es una cosmovisión que, más que integrar a la humanitas, se separa de ella y se recoge en términos de una estructura de sentimiento (Jameson, 2009) de un puñado de CEOs y ultrarricos, conocidos hoy en día como “milmillonarios”, “tecno-oligarcas”, “tecnofeudales”. Estos grandes acumuladores de fortuna, en la fase estadounidense de acumulación capitalista (Ancízar Narváez), cómo no, han construido una narrativa de orden ideológico y, por ende, simultáneamente encubridora, justificadora y absolvedora de su poder, sus decisiones, sus arbitrariedades.


El dispositivo discursivo de carácter ideológico consiste, grosso modo, en hablar de la conquista del espacio y de otros planetas como un imperativo de la humanidad en la contemporaneidad. La enorme acumulación de capital de estos plutócratas y su poder o disposición tecnológica son los alfiles para lograr esto. Como lo describe y evalúa Rushkoff (2023) la humanidad de la que ellos hablan realmente no somos todos los terrícolas, sino un puñado de magnates que puedan pagarse una supuesta y factible vida extraterrestre. La tierra colapsará —o ya colapsó— para estas mentes siliconianas, los eventos catastróficos están en curso y la estrategia de salida consiste en la conquista del espacio, en el escapismo, dejando atrás una Tierra desolada por el calentamiento global, las epidemias, las guerras y la pobreza generalizada. Este apocalipsis, causado en buena medida por ellos (Musk, Bezos, Zuckerberg, Altman, Branson, Gates, Thiels, etc.), producirá el fin de la especie humana y ellos, gracias a las tecnologías de lentificar el envejecimiento (y, por qué no, de alcanzar el delirio de la inmortalidad) y sus naves espaciales serán los pioneros de un posthumanismo galáctico, sideral.

El orden del discurso de esta “ideología californiana” está fundamentado en la ciencia ficción. Marín Ardila, hace pie en el escritor argentino Michel Nieva (2025), autor de un brillante libro titulado Ciencia ficción capitalista. Hablar de la conquista, ya no de más poder económico y más poder de disposición tecnológica de este neoempresariado digital, sino de su poder extendido en orden a la captura hegemónica de la imaginación, utilizando la larga y sugestiva historia de la ciencia ficción. En efecto, Marín Ardila menciona cómo estos personajes han manifestado, en muchas y variadas ocasiones, ser lectores de ciencia ficción: desde Jules Verne, pasando por Isaac Asimov, hasta Neal Stephenson.  La ciencia ficción no es un toque de cultura o de erudición que estos empresarios quieran exhibir. Consciente o inconscientemente, la ciencia ficción es el mediador seductor para capturar la imaginación de los habitantes del mundo que, en grado sumo, están pendientes de estos magnates como héroes, mesías, modelos de poder y éxito; estos magnates que son exaltados por sus reales o inventados méritos.

Los californianos megarricos, todos ellos consideran que la IA será la tecnología estratégica en sus empresas y sus desarrollos tecnológicos, el abracadabra para advenir a la vida extraterrestre de la humanidad (de un puñado de plutócratas, ya lo sabemos). Porque, como dijera la tradición marxista más contemporánea: es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo (Fisher, M., 2009). Silicon Valley pretende capturar, no sólo los medios de producción, la fuerza de trabajo viva y creativa, sino también capturar y encerrar según sus códigos (sus algoritmos) nuestra imaginación, nuestro impulso utópico.

 

REFERENCIAS

Apolonio de Rodas. Argonáuticas. Edit. Gredos.

Arrighi, Giovanni (1999). El largo siglo XX. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época. Edit. Akal.

Baudrillard, Jean (1987). Simulacros y simulaciones. Edit. S. XXI.

Bustamante, Guillermo. “Inteligencia artificial, autor, no educador”. Boletín OPM, febrero de 2025.

Derrida, Jacques (1973). La escritura y la diferencia. Edit. S. XXI.

Derrida, Jacques (1998). Pensar es decir no. Edit. Herder.

Fisher, Mark (2009). Realismo capitalista. Edit. Caja Negra.

Jameson, Fredric (2009), Arqueologías del futuro. Edit. Akal.

Martín Barbero, Jesús (1987). De los Medios a las mediaciones. Edit. Gustavo Gili.

Narváez, Ancízar. “El cortísimo siglo XX (1945-2025)”, Boletín OPM, mayo 2025.

Nieva, Michel (2025). Ciencia ficción capitalista. Edit. Anagrama.

Rushkoff, Douglas (2023). La supervivencia de los más ricos. Edit. Capitán Swing.

Serrano, Martín (1998). Matriz cultural y cambio social. Edit. S. XXI.

Serrano, Martín (2007). Matrices culturales y modernidad. Edit. UNAM.

Sfez, Lucien (2005). Tecnología e ideología, un juego de poder. Edit. S. XXI.

 


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