martes, 4 de mayo de 2021

QUE SEAN PIEZAS DE LA MAQUINARIA ¡NO LOS HACE MÁQUINAS!

 Lizbeth Ahumada Yanet

El pasado 2 de marzo el Ejército colombiano bombardeó un campamento guerrillero y, aunque aún no se informa el número total de fallecidos, se sabe que al menos doce de ellos eran niños. Luego de conocerse el hecho, el ministro de la Defensa, Sr. Diego Molano, declaró a varios medios de comunicación que a estos menores había que considerarlos, no como víctimas, sino como “máquinas de guerra”. Quien hace la impúdica afirmación no es ni más ni menos que el otrora director del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, encargado de velar por los Derechos de los niños.  

Esta acción militar resignifica la acaecida en el año 2019 en la cual, también por un bombardeo militar, murieron ocho niños. El ministro de la Defensa de la época tuvo que renunciar después de recibir del Congreso nacional una moción de censura. Lo nuevo entonces se refiere a la nominación que da lugar a la deshumanización de la acción; que se dirige al niño como objeto instrumental, como plus de goce de la acción de guerra. Ya el niño no es tratado como el límite de la operación del enemigo, como el escudo que blinda del ataque, puesto que, en este caso, el Estado ha declarado la mismidad en las condiciones que lo hacen objetivo militar: una máquina de guerra contra otra máquina de guerra.

Para justificar su afirmación, el Sr. Molano dijo que los perseguidos por el Estado hoy fueron niños reclutados por la guerrilla, que se convirtieron en criminales; es decir, se toma al reclutamiento como la puerta de entrada a la instrucción de un potencial combatiente. Desde este punto de vista, los menores son potenciales criminales enemigos del Estado que deben ser atacados y eliminados antes de su pleno desarrollo, para interrumpir el cerramiento del circuito. Nadie cuestionó sobre las condiciones que favorecen la inserción de los niños en los campos de batalla y el cercenamiento de sus Derechos en términos de ejercer su libertad de elección.

La noticia fue recogida por prestigiosos medios alrededor del mundo como la BBC News[1], El país[2] y el New York Times. Este último dedicó su portada del 27 de marzo y en su extenso reportaje narra parte de la historia de Yeimi Sofía Vega, pequeña que salió de su casa a los 13 años para ingresar a las filas de la guerrilla y dos años más tarde murió a raíz del bombardeo al campamento donde se encontraba. El periodista evidenció el hecho de que el campamento estaba repleto de individuos más jóvenes que habían sido reclutados por el grupo guerrillero, y que el operativo mató al menos a dos menores junto con Yeimi Sofía.

Es desconcertante, por decir lo menos, que la vinculación de menores a la guerra se equipare con el tratamiento que de ellos se hace, una vez son reclutados para los fines del combate. Es decir, la atroz presencia de niños reclutados en las filas de movimientos insurgentes debe ser asumido como la degradación del tratamiento del malestar de la cultura; pero también, y es lo más preocupante, observar que cada acción de cada una de las partes en combate va escalando niveles sin retorno, legitimando así la acción. La enunciación del Estado se comparte con la enunciación del enemigo, borrando las fronteras del decir.

El amplio estudio llevado a cabo por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Los Niños en la guerra[3], determina, entre otras cosas, que casi todos los conflictos modernos son conflictos internos que afectan principalmente a las minorías étnicas, raciales o religiosas dentro de las fronteras de un Estado y, sobre todo, a los sectores más pobres de la sociedad. El estudio indica que “…demasiados niños han llegado a ser testigos directos e indefensos de las atrocidades cometidas contra sus progenitores o sus parientes. Son muertos, mutilados o encarcelados, o resultan separados de sus familiares por diversas circunstancias. Alejados del entorno habitual, incluso los que logran escapar no tienen certeza alguna de lo que el destino les depara a ellos y a sus familiares... Como personas civiles, los niños tienen derecho a que se respete su vida y su integridad física y mental. Las disposiciones relativas a la prohibición de la coacción, los castigos corporales, la tortura, las penas colectivas y las represalias se aplican a todas las personas sin excepción y, por consiguiente, también a los niños”.

Ahora bien, el Derecho internacional humanitario asigna una protección especial a los niños por ser personas especialmente vulnerables. Más de 25 artículos de los cuatro Convenios de Ginebra y de sus dos Protocolos adicionales atañen directamente a los niños. Algunos ejemplos: “Las Partes en conflicto tomarán todas las medidas posibles para que los niños menores de 15 años no participen directamente en las hostilidades, especialmente absteniéndose de reclutarlos para sus fuerzas armadas. Al reclutar personas de más de 15 años pero menores de 18 años, las Partes en conflicto procurarán alistar en primer lugar a los de más edad.” (Protocolo I, artículo 77, párrafo 2). “Aun cuando participen en las hostilidades, contraviniendo esta prohibición, los niños soldados menores de 15 años que sean capturados por el enemigo seguirán recibiendo, de conformidad con el derecho internacional humanitario, la protección especial debida a los niños.” (Protocolo adicional I, artículo 77, párrafo 3). “En los conflictos armados no internacionales, el Protocolo II adicional a los Convenios de Ginebra (artículo 4, párrafos 3c y 3d) estipula que los niños menores de 15 años no serán reclutados ni participarán en las hostilidades”.

Cuando el Estado brinda el soporte discursivo que lleva a identificar el lugar de un menor reclutado como una máquina, desplaza el llamado a incidir decididamente en el reclutamiento forzado, hacia la legitimación del objeto de su acción; en este caso, la cosa-máquina es el niño, lo que crea una nueva realidad a pesar de los protocolos y las convenciones internacionales. Es evidente el cercenamiento de los Derechos de los menores en tanto se lo cosifica para justificar cualquier atrocidad.

No, señor ministro. No. Los niños no pueden ser objeto de guerra, aunque se demuestre su participación en ella, la mayoría de las veces forzada. En lo fundamental, le digo: que los niños hagan parte de esa maquinaria, no los hace en sí mismos sus máquinas.



[2] https://elpais.com/internacional/2021-03-10/el-ejercito-de-colombia-bombardea-un-campamento-guerrillero-con-menores.html

 

[3] www.icrc.org






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