Para poder dar alguna razón de la historia de la humanidad no hay más remedio que dividirla en Edades, Eras, Etapas, Épocas, en fin, Períodos, lo cual se conoce como periodización. Dependiendo de lo que hace años llamábamos criterios de periodización, algunos autores como Hobsbawm (2000) y Habermas (2002) coinciden con otros en que históricamente, no cronológicamente, el siglo xx fue uno muy corto, apenas de 75 años, entre 1914 y 1989.
Sin embargo, a juzgar por los acontecimientos actuales, uno podría decir que incluso fue uno cortísimo. Si ponemos como verdadero punto de quiebre el año de 1945, año de terminación de la última Guerra de los 30 años (1914-1945)[1] y, por tanto, como año de inicio del verdadero siglo xx, y al poner el acento en los acontecimientos de 1989 como el fin del siglo, éste apenas habría sido de unos 45 años. En cambio, si partiendo del mismo año de 1945 lo relacionamos con los acontecimientos de este año 2025, especialmente los del primer semestre, como el cierre de un ciclo, entonces tendremos un verdadero corto siglo xx de 80 años.
Pero esta decisión tiene consecuencias; como la Historia no es discontinua, aunque se pueda discutir la causalidad, la teleología, etc., el siglo xix se considera uno muy largo que se prolongó por 125 años, entre 1789 y 1914, es decir, entre el inicio de la Segunda Guerra de los 30 años (Guerras napoleónicas) y el inicio de la última Guerra de los 30 años (la I Guerra Mundial). En síntesis, tenemos un largo siglo xix, como consecuencia de un corto siglo xx.
Es sorprendente que a pesar de que asumimos que la Historia no es la cronología, haya tantos ciclos históricos, es decir, económicos y sociales, que coincidan con ciclos cronológicos. Para poner el ejemplo que todo el mundo conoce, la caída del muro de Berlín y de los regímenes socialistas de Europa oriental, en 1989, coincide exactamente con los 200 años de la toma de la Bastilla, inicio de la Revolución Francesa, en 1789, y con los 300 años de la Revolución Inglesa de 1688-1689.
No sabemos si en la historia alguna vez se ha visto tan nítidamente, en tiempo real, es decir, en el momento en que está sucediendo, el fin de una época, de la que, al mismo tiempo que somos conscientes de que está terminando, tenemos la certeza de que empezó claramente en tres grandes fechas, de las cuales algunas personas todavía tienen memoria individual porque entonces ya estaban vivas y siguen estándolo.
Esas tres fechas son: a) Conferencia de Yalta (Crimea) del 4 al 11 de febrero de 1945; b) la toma de Berlín y la rendición de Alemania entre el 1 y el 8 de mayo de 1945; c) Conferencia de Postdam, del 17 de Julio al 2 de agosto de 1945.
El 18 de febrero de 2025, es decir, una semana después de haberse cumplido 80 años de la Conferencia de Yalta, se reúnen en Riad, Arabia Saudita, los ministros de asuntos exteriores de Estados Unidos y Rusia, herederos del enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, a la vez heredado del enfrentamiento entre la Unión Soviética y Estados Unidos, o entre el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), que reunía a los países socialistas de Europa central y oriental, y la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea, que reunía a los de Europa occidental.
¿Qué puede pasar de aquí al 8 de mayo? ¿Y del 8 de mayo al 6 y el 9 de agosto de 2025, cuando se cumplan 80 años del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki?
Sea como sea, habrá conmemoraciones
y celebraciones. Las fechas son significativas por cuanto son ocho décadas de
existencia de lo que se ha llamado el Orden Mundial de Posguerra surgido de la
Segunda Guerra Mundial y que se hace visible en las instituciones llamadas
multilaterales que coordinan acciones de los diferentes Estados (la ONU y todas
sus agencias especializadas), y en las normas (diferentes convenciones como la
Carta de la ONU, Declaración de los Derechos Humanos, etc.) que, aunque no
siempre se cumplen, al menos tienen existencia formal y se pueden invocar, así
sea sólo como constancia.
La historia moderna como historia del capitalismo
Pero lo que es menos claro es que a pesar de la coincidencia entre cronología e historia, es decir, a pesar de que la cronología coincide con una visible disrupción política que hace tambalear el Orden de Posguerra, lo que queremos sugerir es que también coincide con el fin de lo que se conoce como el Cuarto Ciclo de Acumulación capitalista o Ciclo norteamericano, según la periodización de Giovanni Arrighi (1999).
Para Arrighi (1999), la historia
moderna, que es la historia de la sociedad capitalista, no se periodiza según
los acontecimientos políticos y culturales que acostumbramos a ver en los
libros de historia sino que se periodiza según los Ciclos de Acumulación Capitalista. Por tanto, a diferencia de
Hobsbawm, lo que se ha vivido es un ‘largo siglo xx’, que habría empezado con
una recesión hacia 1876 (también relacionada con una guerra civil en Colombia)
y que se mantiene hasta el final del siglo XX. Este período corresponde, como
se dijo, al Ciclo de Acumulación
Estadounidense. Este habría sido precedido por el Ciclo Inglés (mediados del siglo xviii a fines del siglo xix), a la
vez precedido por el Ciclo Holandés (de
mediados del siglo xvii a mediados del xviii) antes del cual el capitalismo se
desarrolló bajo el Ciclo de acumulación
Genovés-Español, entre 1450 y 1650 aproximadamente[2].
La periodización del capitalismo como ciclos de acumulación
La diferencia de enfoque sobre las características de la época, del momento histórico, consiste en que la historiografía burguesa acostumbra periodizar la historia con base en las técnicas predominantes, mientras que la historiografía marxista se basa, para periodizar, en la clase dominante de la época.
En efecto, todos recordamos cómo en la escuela nos enseñaban que la historia se desarrolla de la Edad de piedra a la Era atómica, pasando por la edad de los metales, del hierro, etc. Después viene la historia crítica llamada materialismo histórico y nos enseña que la historia tiene una teleología que va de las sociedades basadas en la comunidad primitiva a las sociedades llamada socialistas, pasando por el feudalismo y el esclavismo en Europa y por el despotismo en las sociedades asiáticas.
Es decir, la periodización de la historia se basa, en el primer caso, en las fuerzas productivas de la época mientras que en el segundo caso se basa en las relaciones de producción. Las primeras en la técnica predominante, las segundas, en la clase dominante.
El relato liberal predominante
indica que todas las tecnologías benefician a toda la sociedad porque facilitan
la vida de todos, alivianan el trabajo físico, aceleran el tiempo de
realización de las tareas, nos relevan de las tareas rutinarias, etc. El relato
del materialismo histórico, en cambio, sostiene que todas las mejoras
tecnológicas en el capitalismo benefician siempre a la clase dominante, puesto
que lo que hacen es reducir el trabajo necesario y aumentar el trabajo
excedente; por tanto, aumentar el ejército industrial de reserva y, por tanto,
la redistribución del excedente entre capital y trabajo en favor del primero.
La acumulación como ley fundamental del capitalismo
Para entenderlo mejor, tal vez valga la pena recordar las leyes, o más bien, la ley fundamental del capitalismo. Esta ley no es, como se cree, la de la oferta y la demanda, sino la ley del valor y de la de Acumulación. Pero además hay que precisar que aquí el término Acumulación no significa, como se cree, atesoramiento, sino la conversión de una parte de la ganancia capitalista en nuevo capital. Esquemáticamente, el capitalismo tiene la siguiente lógica (Marx, 1977, vol. I):
a) En todas
las sociedades y épocas de la historia el proceso de trabajo produce bienes y
servicios, o sea valores de uso;
b) En la
producción mercantil el proceso de trabajo produce mercancías, es decir,
valores de uso y valores de cambio al mismo tiempo. O sea, el proceso de
trabajo es proceso de valorización;
c) En la
producción mercantil capitalista, el proceso de trabajo se divide en tiempo de
trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente, por tanto, además de producir
valor el trabajador produce plusvalor o plusvalía, o sea que el proceso de
trabajo es a la vez un proceso de valorización del valor.
d) En la
reproducción ampliada, el capital restituye las condiciones de producción
aumentando las componentes materiales de la producción;
e) En la
Acumulación, se restituyen las condiciones de producción sobre bases superiores
convirtiendo una parte de la plusvalía en nuevo capital. Esta es la ley
fundamental del capitalismo y todos los movimientos en el capitalismo se
dirigen a garantizar las condiciones de acumulación o sea la valorización del
capital;
f) La
acumulación hace aumentar el capital total de la sociedad y, por tanto, las
ganancias de todos, produciendo lo que se llama concentración del capital;
g) Cuando la
concentración llega al límite, puesto que no todos los capitalistas pueden
seguir obteniendo plusvalía indefinidamente, se produce la crisis que conduce a
la centralización del capital, en la
que unos capitales desaparecen y a otros los absorben los competidores, quienes
se quedan con la plusvalía de los que entran en quiebra;
h) La
centralización conduce finalmente a una de las tantas variedades de monopolio y a la competencia
monopolista.
i) La
monopolización se caracteriza sobre todo por la primacía del capital financiero sobre los demás
sectores del capital.
j) La exportación de capital pasa a imponerse
sobre la exportación de mercancías, técnicamente, imperialismo.
k) La lucha
entre los capitales por conseguir mercados de inversión rentables conduce al
reparto del mundo entre las principales empresas de los países centrales del
capitalismo.
l) Para poder
garantizar su dominio sobre los mercados de inversión, de materias primas, las
empresas necesitan el apoyo de sus Estados, por consiguiente, se produce el
reparto del mundo entre las potencias centrales, ya sea como colonias o cómo
áreas de influencia.
m) Cuando este reparto entra en crisis porque no puede mantener las condiciones de acumulación para todos los capitales nacionales, entran en contradicción unos con otros para mantener sus áreas de influencia. La guerra es una posibilidad siempre latente.
Entonces, si la dinámica del capitalismo es la acumulación, su historia se puede periodizar en términos de regímenes de acumulación, entendido como las generalidades que garantizan por un tiempo la acumulación. En cada régimen de acumulación hay unos sectores capitalistas que se constituyen en dominantes y que controlan más o menos las condiciones: a) el horizonte de valorización; b) el reparto del valor; c) compatibilidad entre demanda y producción y d) la articulación con las formas precapitalistas de producción (Boyer, 1992, p. 52). Estos aspectos tienen que ver con el capital.
Por otro lado, estas formas estables de las condiciones de la acumulación necesitan también un aspecto institucional, es decir, político, al que se llama Modo de regulación. Este incluye: condicionamiento monetario, relación salarial, formas de concurrencia, formas de adhesión al régimen internacional y formas de Estado (Boyer, 1992, pp. 54-59). Dado que estas son vinculantes, no las pueden establecer los capitalistas o sus organizaciones particulares sino sólo el poder político, el Estado.
Lo que caracteriza el paso de un ciclo de acumulación a otro es que las actividades productivas y comerciales se van haciendo menos rentables. Es decir, los circuitos del capital descritos como M-D-M (mercancía-dinero-mercancía) en la producción mercantil simple, se convierten en ciclos D-M-D’ (Dinero-mercancía-dinero incrementado, comercial) o D_M_M_D’ (productivo), comienzan luego a convertirse en D-D’ (Dinero-dinero incrementado). O sea que los ciclos productivos pasan a ser flujos financieros (Child, 1982). Cuando el ciclo de acumulación llega a su etapa financiera, entonces entra en su etapa final.
Cuando esto ocurre también se
produce una reubicación espacial, o sea, un reacomodo de los centros y las
periferias. Así, el primer ciclo tuvo como centros financieros y comerciales a
Bourdeos, donde los banqueros genoveses controlaban las operaciones comerciales
y monetarias; el segundo tuvo como centro a Amsterdam (Burke, 1996); el tercero
a Londres y el último a Nueva York.
La discusión está en si efectivamente el ciclo norteamericano empieza en tal fecha, si es el fin del ciclo británico, qué pasa con Alemania y Francia. Por otro lado, si el nuevo ciclo empieza en Japón o en China.
Si mantenemos los criterios de Arrighi, el ciclo Británico todavía se mantiene hasta la Gran Crisis de 1929, que fue efectivamente la debacle del sistema financiero internacional, cuya sede seguía siendo Londres y cuya moneda, la libra esterlina, fungía como moneda mundial. Además, el Reino Unido seguía siendo el gran imperio colonial con casi un tercio de la superficie mundial bajo su dominio, aunque empezó a resquebrajarse justo después de la primera guerra mundial. Además, sigue siendo acompañado en su condición de imperio colonial por Francia, pues entre ambas dominan todavía la mayor parte de África, Asía, Oceanía y el Caribe.
Es cierto que a fines del siglo xix Estados Unidos ya se perfilaba como una gran potencia capitalista, pero no estaban solos en esa condición, pues estaba en ciernes no sólo la lucha por remplazar a Inglaterra sino también con quien podría ser su rival en ese intento que era la Alemania, recientemente unificada y fuertemente industrializada.
Así que el ciclo de acumulación norteamericano no se consolida sino hasta la Conferencia de Breton Woods, entre 1 y el 22 de julio de 1944, cuando se crean las Instituciones Económicas y Financiera que rigen en la actualidad la Economía Mundial, es decir, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial), cuya toma de decisiones no se basa en criterios políticos democráticos (un país = un voto) sino en criterios capitalistas, o sea, según el monto del capital aportado por cada país (Estados Unidos tiene el 16 por ciento de los votos, con el agravante de que se necesita el 85% de los votos para aprobar cualquier decisión). En síntesis, es el único país que tiene poder de veto en el FMI.
A partir de ahí, Estados Unidos hace valer su condición de primera potencia económica (50% del PIB), primera potencia industrial (45% de la producción mundial), primera potencia comercial y, en consecuencia, se impone el patrón dólar como moneda mundial, supuestamente atado al oro, a razón de aproximadamente un gramo de oro por dólar, lo cual, desde luego, no se respetó, aunque Estados Unidos se había hecho con aproximadamente el 60 por ciento de las reservas de oro del mundo. En ese ciclo en el cual Estados Unidos pasa a ocupar el puesto hegemónico[3] entre los países del centro, Nueva York se convierte definitivamente en la capital financiera del mundo. Sin embargo, esta fecha no es la más conocida entre la población, aunque sea la fecha en que se crearon las instituciones que rigen el sistema y buena parte de la vida diaria de toda la población.
Lo demás es etcétera. El principal organismo político de este ciclo es la ONU, creada en 1945 y cuya Carta se aprueba en 1946 con la participación de 50 países (hoy son 192) y las diferentes organizaciones especializadas de la ONU, incluyendo la de los derechos humanos. No quiere decir que no sean importantes, sino que no tienen el poder real, pues, a pesar de que allí sí rige el principio de un país igual un voto, incluso aquí hay cinco potencias con poder veto, lo cual es mucho mejor que una sola.
Empieza la época del desarrollo, es decir, la promoción de la Industrialización, especialmente en Europa con el Plan Marshall y Japón; la liberalización del comercio mundial, bajo instituciones lideradas por Estados Unidos. Luego del Plan Marshall viene la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), una especie de pequeño Plan Marshall de los países beneficiarios del Plan Marshall para ayudar, a su vez, a los países recién creados por los movimientos de liberación nacional que se levantan contra las metrópolis después de la guerra. Viene entonces la descolonización, es decir, la independencia de casi todas las colonias de Inglaterra y Francia entre los años 50s y 60s. Y como continuador del Plan Marshall, la Usaid, la agencia de ayuda al desarrollo de los Estados Unidos o el brazo humanitario de la CIA.
Como dijimos, el fin de cada ciclo de acumulación empieza cuando la circulación del capital en su forma comercial e industrial comienza a ser menos rentable y se privilegia la actividad financiera ¿Cuándo empieza esta financierización? En 1971, el dólar se desliga del oro, pues para financiar la guerra de Vietnam Estados Unidos imprime dólares sin el respaldo correspondiente en oro; en los 80, la guerra de las galaxias hace que Estados Unidos emita más billetes para financiar la nueva carrera de armamentos que termina derrotando económicamente a la Unión Soviética; en los 90, Clinton deroga las leyes que regulan la actividad financiera, vigentes desde los años 30 cuando fueron expedidas por Roosvelt. De ahí en adelante asistimos a las crisis financieras de los noventas (varias en la periferia), del 2000, 2004 y 2008 en Estados Unidos. ¿Qué viene entonces?
Lo que está indicando la situación actual no es sólo el fin de las instituciones y del orden de posguerra sino también el fin de los fundamentos económicos de la paz (Vela Obregozo, 2004), el fin del cuarto ciclo de acumulación del capitalismo o Ciclo Norteamericano, cuyo periodo financiero está dando señales desde hace 40 años (Beaud, 2013, pp. 422 y ss). Lo sorprendente es que es un ciclo inusualmente corto; los tres primeros se produjeron entre 1450 y 1940 aproximadamente, o sea, en 500 años (Wallerstein, 1979); a diferencia de lo que piensa Arrighi, el actual no habría empezado a fines del siglo xix, sino a mediados del siglo xx, en 1945, o sea que sería un ciclo de apenas 80 años. A pesar de que los signos de su comienzo no son tan visibles, pues no hay fotografías emblemáticas de la reunión de banqueros de Breton Woods, como si las hay de las reuniones de Yalta y de Postdam entre los líderes de las potencias aliadas, y mucho más de la caída de Berlín y de la bandera soviética en el Reichtag alemán, lo cierto es que esa reunión es el acontecimiento fundamental como inicio del Ciclo de Acumulación Norteamericano.
Ahora bien; para Wallerstein, cada fin de ciclo de acumulación se ha resuelto con una guerra de 30 años: la primera, de 1618 a 1648; la segunda, de 1789 a 1815 o guerras napoleónicas; la tercera, de 1914 a 1945, que es para estos efectos una sola guerra. Además,
La historia nos enseña que siempre que una nación rica en activos, que ha adquirido recientemente esta situación, rechaza abrir sus mercados a otros países o no consigue canalizar eficazmente sus recursos financieros hacia el desarrollo de la economía mundial, el resultado es un conflicto creciente entre el viejo y el nuevo orden. En el pasado, estos conflictos han llevado a la guerra y a la división de la economía mundial en bloques demarcados por el proteccionismo. En la actualidad, la intensificación de las fricciones económicas internacionales y el creciente proteccionismo en los Estados Unidos constituyen, ambos, signos de advertencia de que el mundo se enfrenta de nuevo con una crisis de este tipo (citado en Johnson, 1988: 90.) (Arrighi, 1999, pp.422-423).
Esto fue escrito en 1998, cuando se pensaba que la ‘nación rica en activos’ que desafiaría a Estados Unidos sería Japón, pero se puede aplicar todavía hoy, teniendo en cuenta que la potencia desafiante es China y con muchas más credenciales, empezando por la población (10 veces la de Japón) y, por supuesto, el mercado interno. La confrontación entre los países del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón), que funge como coordinador del capitalismo global occidental, por un lado, y por otro, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) que ahora fungen como coordinación de las llamadas ‘Economía emergentes’, cada uno con sus aliados y sus mercados, va perfilando los dos campos en que se debatirá el futuro del capitalismo. Ante esto son también pertinentes las palabras finales del libro de Arrhigi:
Finalmente, para parafrasear
a Schumpeter, antes de que la humanidad se ahogue (o se deleite) en las
mazmorras (o en el paraíso) de un imperio-mundo postcapitalista o en una
sociedad de mercado postcapitalista mundial, puede muy bien abrasarse en los
horrores (o las glorias) de la intensificación de la violencia que ha acompañado la liquidación del orden mundial de la
Guerra Fría. En este caso, la historia capitalista concluiría
instalándose permanentemente en el caos sistémico en el que se originó hace seiscientos
años y que se ha reproducido a una escala cada vez mayor en cada una de sus
transiciones. Resulta imposible decir si esto significaría únicamente el fin
del capitalismo o el de toda la humanidad (Arrighi, 1999, p. 429).
Desafortunadamente, estamos en una situación demasiado parecida a la de inicios del siglo XX, cuando los capitalistas de Japón, Alemania e Italia, tres nuevas potencias recién unificadas, vinieron a reclamar su lugar en el centro del Sistema-Mundo, desafiando a las potencias establecidas y desatando la última Guerra de 30 años, entre 1914 y 1945. Hoy son sólo dos potencias las que pretenden compartir la hegemonía con Estados Unidos, aunque hay quienes subvaloran la capacidad de Rusia, basados únicamente en los datos convencionales del PIB, que, además, son producidos por agencias occidentales (Todd, 2024).
Afortunadamente, la Historia no es
un algoritmo, por tanto, el agotamiento de este ciclo no tiene que desembocar
necesariamente en una nueva guerra por la hegemonía entre los países del
centro. Aunque hoy predomina el “realismo capitalista” (Fisher, 2022), es
decir, la incapacidad de la humanidad para imaginar el fin del capitalismo,
puede que esta sea la oportunidad para pensar en su transformación en vez de
solamente en una reestructuración, o sea en el inicio de un nuevo sistema
posible y no sólo en un nuevo ciclo de acumulación.
Bibliografía
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(1999). El largo siglo XX. Dinero y poder
en los orígenes de nuestra época. Madrid, Akal.
Braudel, Fernand
(1997). La dinámica del capitalismo.
México, Fce.
Beaud, Michel
(2013). Historia del capitalismo. De 1500
a nuestros días. Barcelona, Ariel Economía.
Burke, Peter
(1996). Venecia y Amsterdam. Estudio
sobre las élites del siglo xvii. Barcelona, Gedisa.
Child, Jorge
(1982). Valor y dinero. Bogotá,
Fescol-Oveja Negra.
Fisher, Mark
(2022). Realismo capitalista. ¿No hay
alternativa? Buenos Aires, Caja Negra Editora.
Habermas, Jügen
(2002). “Nuestro breve siglo”. En Giraldo, Fabio (Ed.). Metamorfosis del capitalismo, Bogotá, Fica.
Hobsbawm, Eric
(2000). Historia del siglo XX.
Bogotá, Planeta.
Johnson, Paul
(1989). Tiempos modernos. La historia del
siglo XX desde 1917 hasta la década de 1980. Bogotá, Tercer Mundo.
Marx, Karl
(1977). El Capital. Crítica de la Economía política. México,
FCE. Vol. I.
Todd, Emmanuel
(2024). La derrota de Occidente.
Madrid, Akal.
Vela Obregozo,
Bernardo (2005). El declive de los
fundamentos económicos de la paz. Bogotá, Universidad Externado.
Wallerstein, Immanuel
(1979). El moderno sistema mundial. Vol.
1 La agricultura capitalista y los orígenes de la economía mundo europea en el
siglo xvi. México, Siglo xxi.
Wallerstein, Immanuel
(1988). El capitalismo histórico.
Madrid, Siglo XXI.
[1]
Según Wallerstein (1988, p. 47), las Guerras de treinta años fueron “la Guerra
de los Treinta Años de 1618-1648, las Guerra Napoleónicas (1792-1815) y los
conflictos del siglo xx, entre 1914 y 1945, que deberían ser concebidos como
única y larga ‘guerra mundial’”.
[2]
A diferencia de Arrighi, para Wallerstein (1988, p. 47) los tres últimos ciclos
son: “la hegemonía de las Provincias Unidas (Países Bajos), a mediados del
siglo xviii, la de la Gran Bretaña, a mediados del siglo xix (sic) y la de
Estados Unidos a mediados del siglo xx”.
[3]
El país que tiene ventajas competitivas incluso frente a los demás países del
centro y, por tanto, puede imponerles también sus condiciones (EE.UU frente EU,
hoy).